Nombres de calles, plazas y ciudades

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Nombres de calles, plazas y ciudades

No debemos volver a admitir nombres que luego avergüencen a quienes habitan lugares o barrios

El crecimiento tan acelerado de Saltillo ha traído consigo no pocos problemas. Uno al que se le da poca o ninguna importancia es el nombre de las calles y plazas. Debido a las muchas colonias nuevas que surgen mes tras mes, sus promotores y desarrolladores asedian a los responsables de la nomenclatura con proposiciones de todo tipo. Es evidente que ya no pueden aceptarse los nombres de los mismos héroes que todos veneramos porque su nombre lo llevan varias calles: Miguel Hidalgo o Benito Juárez las hay por doquier. No es que haya que negarse a la veneración del pueblo por esas personalidades, sino que a menudo su repetición implica problemas para localizarlas sin un buen mapa o un GPU.

El Ayuntamiento de Saltillo tiene un consejo de ciudadanos que se ocupan de recibir las solicitudes para nombrar espacios públicos. En algunos casos se reciben proposiciones muy creativas, pero en veces se intenta imponer el nombre de un político o de un familiar que no exhiben mayores méritos que el de tener admiradores interesados.

En años pasados se colaron nombres de personas que no sólo no deberían ser recordadas, sino que merecerían el repudio ciudadano: Luis Echeverría Álvarez, que fue ampliamente señalado por el Comité de la Verdad como culpable de no pocos delitos en 1968, 1971 y otras fechas ingratas, no debería ser recordado. Un consuelo me queda: mucha gente se refiere a ese bulevar como “El Echeverría” sin saber a quién se refiere.

El nombre de una nueva colonia, el de una calle, plaza o edificio público debería propiciar entre sus habitantes o vecinos el orgullo de un nombre. Nombrar es un verbo que nos viene del latín con el significado de identidad, de distinguir a alguien del resto, de separarlo por ser único, disímil. Pero ya que los nombres son a veces repetitivos, se añade al nombre de persona el de sus antepasados, con lo que su apellido lo hace diferente. Calles las hubo que sin haber sido registradas por la autoridad eran conocidas por la gente de la ciudad como: calle del Cerrillo, del Mezquite, del Reventón, del Reloj, del Cura. O barrios como Águila de Oro, Los Ramones, Los Valdeses o El Barrial.

Los nombres de ciudades deberían ser respetados. En el Siglo 19, por órdenes del centralismo defeño, se le quitó a Saltillo su nombre y se le llamó Leona Vicario. Considero que esta señora merecería que se le honrara por sus muchas virtudes cívicas y políticas, pero la ciudad tenía siglos nombrándose Saltillo. La gente se insubordinó y siguió mencionando a su ciudad por la palabra que la nombraba. Finalmente se volvió al calificativo inicial. Debo decir que hubo quienes rechazaron el apelativo “Saltillo” porque es un diminutivo ¿cómo que así se llama?, y especularon que la palabra Saltillo tenía origen nahua. Al menos tres historiadores salieron con domingo siete: “significa tierra alta de muchas aguas”. ¿No le parece grosero? Si nuestra ciudad fue fundada por un portugués que mal hablaba el español, ¿cómo impondría a la ciudad que fundó un nombre indio? Saltillo es un pequeño o minúsculo salto de agua: se acabó.

Al menos cuatro alcaldes han violado el reglamento que prohíbe ponerle el nombre de una persona viva a una calle. Es regla positiva porque evita que los políticos se engolosinen e impongan nombres de compadres y amigos que en veces resultan villanos.

En ocasiones la nomenclatura no tomó en cuenta la lógica o, si usted quiere, el buen gusto. Existe la calle Ernesto “Che” Guevara, pero se cruza con la calle Gustavo Díaz Ordaz. Ni modo. Uno de los dos se revuelca en su tumba, o ambos.

¿Qué buscamos con los nombres de calles? Una definición, una diferenciación, un símbolo, en definitiva una identidad. Sáquese del bolsillo su tarjeta del INE y encontrará que una de las características que le dan identidad a usted es la calle en que habita: eso, su nombre y apellido, un número y una foto.

No debemos volver a admitir nombres que luego avergüencen a quienes habitan lugares o barrios. El Consejo de Nomenclaturas es una buena instancia. En el Primer Foro de Nomenclaturas participaron muchos grupos de ciudadanos que aportaron magníficas ideas para próximas calles.