Nochebuena
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Nochebuena
Hago un paréntesis: se sabe que dos órdenes religiosas, los dominicos (a los que pertenece el obispo de Saltillo) y los jesuitas, tenían verdaderos odios entre sí, tanto que los dominicos preguntaban ¿cuál es la Compañía de Jesús?, y respondían ellos mismos: en Belén era un buey y una mula y en el Calvario dos ladrones. Los jesuitas respondían con otra pregunta: ¿quiénes son los dominicos?: los perros del Señor, en referencia a que los dominicos fundaron y dominaron por siglos la Santa Inquisición. Se trataba, a su vez de un juego de palabras porque en latín en vez de nombrarlos dominici les decían dominicanes (perros del Señor: dominus y canes). Así que aun entre religiosos no había total respeto hacia la Navidad y otras vicisitudes evangélicas.
¿Cómo olvidar la inocencia infantil en estas fiestas, con todo y que sus mayores promotores sean los comerciantes? Los niños ignoran las leyes del mercantilismo, fundamento del desarrollo capitalista. Al degustar un riquísimo buñuelo, uno no va a enjuiciar a los creadores de las leyes de la economía mundial. Nada más abrir los ojos y ver que en China, Japón o Indonesia se impuso también ese misterioso ser barbado al que puede recurrirse para obtener algo: juguetes, comida o ilusiones.
Yo me rindo ante la fiesta de Navidad y celebro que nos permita olvidar la desgracia de ser continuamente burlados por otros seres de carne y hueso, como los diputados, senadores, regidores y todo género de burócratas que, con y sin “Santa”, se embolsaron entre un millón (los legisladores), medio millón los consejeros del Instituto Nacional Electoral y etcétera. ¡No te acabes Santoclós!