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“No volvería jamás a la página en blanco”: Margo Glantz
La mexicana Margo Glantz, a sus 86 años, no entiende cómo pudo escribir de otra manera que no fuera delante de una computadora, un objeto tan preciado para ella tanto en el proceso de creación como en su vida diaria, dado que se confiesa una fan "absoluta" de las redes sociales.
"No volvería jamás a la página en blanco", afirma a Efe de manera rotunda la escritora, ensayista y académica (Ciudad de México, 1930), recordando con alivio lo lejanos que están esos tiempos en los que su escritorio acababa rodeado de los papeles que empleaba para borrar en la máquina de escribir y a los que tenía que echar mano cada dos líneas.
Glantz, quien se encuentra estos días participando en el Festival Internacional Cervantino (FIC), recurre a la hora de escribir a sus particulares "vírgenes de Guadalupe", cuyo rostro va cambiando dependiendo de si está leyendo algo que le "apasiona".
Hubo un tiempo en el que este rol recayó en Jorge Luis Borges: "En una época yo necesitaba tener un Borges a mi lado para poder escribir mis propios textos, no porque lo copiara, sino porque lo necesitaba como un amuleto".
Cuando no sabía cómo continuar con el siguiente párrafo, leer unas frases del argentino hacía que su imaginación se soltara, como si el autor la "estuviera apadrinando".
De Borges también fue el texto que Glantz citó al recoger el pasado domingo la Presea Cervantina que otorga el Coloquio Internacional Cervantino, celebrado este año en el marco del FIC.
Un reconocimiento que, si bien aprecia y agradece, considera que se lo han otorgado por su trayectoria, y no por ser "cervantista".
Prefiere guardar las distancias con los expertos en la obra de Miguel de Cervantes, aunque haya escrito textos sobre el autor y haya dado clases sobre él.
Sí se considera especialista en una de sus pasiones, Sor Juana Inés de la Cruz, autora a la que ha dedicado numerosos trabajos y de la cual señala que posee una obra imposible de agotar.
La poetisa novohispana ha sido en ocasiones un personaje "muy morbosamente estudiado", por la idea de que "podía ser lesbiana" o haber tenido una relación con la Marquesa de la Laguna.
Y por otro lado, también hay "toda una corriente muy católica, a mi modo de ver muy reaccionaria, que quiere ver a Sor Juana como una santa", cuando ella no buscaba pasar a la posteridad de ese modo, sino que le atraía el conocimiento, considera Glantz.
Con una prolífica trayectoria en la que no le han faltado galardones -como el FIL de literatura en lenguas romances o el Premio Nacional de México de Ciencias y Artes-, ansía el momento en el que las mujeres puedan recibirlos "como cualquier ser humano", y que se subraye su talento y no solo el mero hecho de ser mujer.
"Me dieron el año pasado un premio en Chile, el Manuel Rojas, (...) fui la primera mujer y todo el mundo lo estaba anunciando, 'la primera mujer', como si hubiera descubierto América, me parece muy absurdo", opina, matizando que también es "importantísimo" pelear por la presencia de las mujeres en los galardones, ya que muchas veces quedan soslayadas.
De su infancia, Glantz recuerda cómo su padre "era un poco Quijote", un amante de la poesía que tuvo que sortear frecuentes problemas económicos; también los constantes cambios de casa y los libros que llenaban su hogar, de pastas de cuero y papel biblia, que resguardaban los versos de Calderón de la Barca, William Shakespeare, Lope de Vega y Federico García Lorca.
A lo largo de los años le ha gustado mantenerse en contacto con los jóvenes y tener una buena relación con las nuevas generaciones, cosa que ha conseguido gracias a haber sido maestra y por sus redes sociales, en las que se sumerge a diario.
Esto a pesar de que, "como todos los inventos", las redes tienen lados "extraordinarios y horrendos", como es la magnificación del narcisismo, con el que se exaltan "las cosas más banales del mundo, el pan que se come, el café que se toma, si se baña uno", comenta la autora.
Glantz expresa su preocupación por su país, donde los sucesivos Gobiernos lo han hecho cada vez "peor"; la matanza del 1968 de Tlatelolco fue "el principio del reconocimiento de que México iba al derrumbe".
"Han aumentado los asesinatos, feminicidios, estoy muy asustada de lo que está pasando en el país, que por otro lado es un país maravilloso (...) he vivido en muchos lugares, pero no me iría de aquí", asegura la escritora.