¿No sabe o no quiere estudiar?
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¿No sabe o no quiere estudiar?
La semana pasada recibí un correo electrónico de una mamá preocupada: “Mi hijo está en tercer semestre de la carrera de ingeniería, pero no sabe estudiar. El primer semestre reprobó tres materias, el segundo cuatro y creo que ahora reprobará las cinco materias que cursa. Todos los semestres me decía que iba muy bien, pero al final reprobaba casi todas las materias. Se justifica con que los maestros no explican y que todos reprueban. Y siempre le creí. Este semestre todas sus materias tienen promedio de no pasarlas y me prometió que sacará 90 final en los exámenes y pasará ‘todas’. Pero nunca lo veo estudiar, todo el día en su cuarto, pero sé que está en el celular, en la tableta o computadora en videojuegos, en Youtube viendo videos o escuchando música o en WhatsApp. ¿Qué puedo hacer?”.
Cada vez observo a más muchachos universitarios con perfil de adolescentes. Hace 50 años la mayoría de los estudiantes en la universidad sabían lo que querían y estaban dispuestos hacer cualquier esfuerzo y sacrificio para terminarla. La educación hoy, en teoría, debe ser mejor que la pedagogía de nuestros padres o nosotros mismos. Las escuelas centran la pedagogía en el alumno, en sus necesidades e intereses. La psicología y principios de aprendizaje ponen atención en la construcción significativa del aprendizaje y suprimen la repetición y la memoria. Crean ambientes más democráticos y eliminan cualquier orden de disciplina. Centran esfuerzos en motivar y generar interés en los estudiantes para desarrollar un proceso de autoaprendizaje. Pero a pesar de todo esto, observo alumnos con menos habilidades de aprendizaje: déficit de atención y alto nivel de distracciones ante el mínimo estímulo ajeno al aprendizaje, poca comprensión y capacidad de esfuerzo lector en textos largos, mínima memoria en conocimientos básicos de la cultura general y, sobre todo poca prioridad educativa.
El problema no sólo se centra en el no saber estudiar, sino también el no querer estudiar. Nos enfrentamos a muchos muchachos universitarios que quieren una vida fácil y cómoda y que, además, tienen muy pocas capacidades académicas para tener éxito en la universidad. Y el problema no es de ahorita, sino desde la primaria. No saben definir cuál es el rol de ser estudiante. Algunos años me respondían: “Pos, estudiar” o “venir a clases” o “hacer tareas”. El estudiante no se define “el que estudia”, sino el que “APRENDE”. Y ¿qué es aprender? Es la capacidad de adquirir conocimientos, habilidades o actitudes en forma casi permanente. Se aprende para recordar y aplicar. Se aprende gracias a la formación de hábitos y los hábitos se crean gracias a la repetición, y la repetición se logra gracias a la disciplina. La pedagogía tradicional puede tener muchísimos defectos, pero gracias a su disciplina nos formaba hábitos y estos hábitos ayudaban a construir nuestro carácter, que guía nuestra voluntad a tomar buenas decisiones, y gracias a la voluntad desarrollaba nuestras virtudes para el buen vivir. La causa del fracaso de la educación moderna es porque ha olvidado retomar lo valioso de sus últimos 5 mil años de su pedagogía. No todo lo tradicional es malo y tampoco todo lo moderno es bueno. Sepamos buscar un equilibrio para el bien de la educación y de nuestros hijos.
@JesusAmayaGuerr
jesus.amaya@udem.edu