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Niños adictos, aprender a drogarse antes que a leer
JALISCO.- Aprendió a consumir cristal y mariguana antes que a leer y escribir. Tenía seis años cuando probó las drogas junto a uno de sus tíos de 10 años. Óscar jugaba a las escondidas en la calle como otros niños, pero aprovechaba esa soledad para fumar mariguana en los baldíos.
En la primaria se “iba de pinta” para fumar cristal que calentaba con ayuda de un foco. Las maestras comenzaron a notar su ausencia, falta de rendimiento académico y baja de peso. Una mañana lo notaron intoxicado y lo reportaron a la dirección.
Como Óscar existen en México 110 mil niños y jóvenes entre los seis y 18 años, que fueron atendidos durante 2014 en centros de Integración Juvenil (CIJ) en las 116 unidades del país.
En la escuela detectaron que había un problema y llamaron a la abuela, que fue la encargada de su crianza. La de Óscar fue una madre soltera de 17 años que dio a luz.
El menor creció bajo el entendido de que su abuela era su madre. A los ocho años se enteraría de la realidad: su verdadera mamá se había hecho pasar por su hermana para evitar los rumores en el pueblo, fue cuando se integró a la pandilla de sus tíos. A su padre nunca lo conoció. Los líderes de la banda le fijaron condiciones para incorporarse: saber pelear con los niños de otros barrios, rifársela, robar, consumir y vender.
“Se convirtió en la ‘mascota’ de un grupo que delinquía, compraban drogas, consumían y traficaban en una comunidad cercana a Chapala, Jalisco”, explica Marco Fernando Espinoza, sicólogo de la Unidad de Hospitalización para niños y adolescentes, en Zapotlán El Grande.
Dealer a los 8 años
Comenzó a comprar mariguana y cristal a los ocho, con la excusa de que “la mota, el churro, la yerba, como él los llama, eran para sus tíos.
Se la vendían en la tienda de la esquina. La llevaba a ciertos domicilios con los que Óscar comenzó a familiarizarse. Se convirtió en dealer. Ya no llegaba a casa de la abuela y comenzó a salirse de control. A veces ayudaba a su abuelo en el campo, de ahí obtenía dinero y compraba droga para poder seguir con el “juego del consumo”.
Con el tiempo, ambas, madre y abuela, buscaron ayuda en los centros de Integración Juvenil de Zapotlán, Jalisco.
El primer internamiento de Óscar se dio en octubre de 2012. Permaneció nueve meses en internamiento. Regresó a su casa, pero recayó en el consumo de la mariguana.
En el segundo ingreso comenzó a integrarse de mejor manera a las actividades educativas en una escuela pero al salir recayó. En su tercer intento mejoró y cambió de casa, ahora está dedicado a estudiar y se siente mejor.