Neil Sheehan, el periodista que reveló los Papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam

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Neil Sheehan, el periodista que reveló los Papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam

El periodista Neil Sheehan, ganador del premio Pulitzer y que fue corresponsal en la guerra de Vietnam entre 1962 y 1966, murió en su casa a consecuencia de las complicaciones de la enfermedad de Párkinson.

The New York Times reveló este viernes los entresijos tras la exclusiva de los Papeles del Pentágono sobre la guerra de Vietnam obtenidos por su periodista Neil Sheehan, que falleció este jueves 7 de enero a los 84 años y que quiso mantenerlos en secreto hasta su muerte.

El ganador del premio Pulitzer, que fue corresponsal en la guerra de Vietnam entre 1962 y 1966, falleció en su casa de Washington debido a complicaciones de la enfermedad de Párkinson, según dijo su esposa Susan al periódico.

Sheehan logró que un exanalista del Departamento de Defensa opositor del conflicto, Daniel Ellsberg, le filtrara miles de informes secretos que mostraban cómo Estados Unidos se involucró en la guerra durante dos décadas mientras ocultaba a la sociedad sus dudas sobre la posibilidad de ganar.

La mayor filtración de documentos clasificados de la historia del país dio lugar en 1971 a una serie de exclusivas del Times que el Gobierno de Richard Nixon intentó frenar ordenando un bloqueo temporal, que fue levantado en una histórica decisión del Tribunal Supremo sobre la libertad de prensa.

Sheehan rechazó durante años dar explicaciones sobre cómo obtuvo los Papeles del Pentágono hasta 2015, cuando accedió a ser entrevistado en su casa por un reportero del diario a condición de que la historia no saliera a la luz mientras estaba vivo.

El veterano periodista relató que desafió las instrucciones explícitas de Ellsberg, su fuente confidencial, quien copió ilegalmente todos los documentos gubernamentales y le dijo que podía leerlos, pero no replicarlos.

Sheehan señaló que el exanalista no le "dio" los papeles, sino que se los llevó a escondidas del apartamento de Cambridge (Massachussetts) donde este los tenía guardados, los copió también ilegalmente y se los llevó al Times.

Inicialmente, pactaron que Ellsberg se los daría y que, si el periódico accedía a publicar la historia, haría lo máximo posible por proteger su identidad, pero en el último momento se echó atrás porque asumió que "perdería el control" de los papeles en cuanto llegaran a la redacción.

El exanalista se fue de vacaciones unos días y permitió al periodista quedarse en su apartamento para leer y tomar notas reiterándole que no podía hacer copias, momento en que este siguió los consejos de su esposa, reportera de la revista New Yorker: "Pásalo por el Xerox".

"Había conocido a Ellsberg durante mucho tiempo y pensó que operaría bajo las mismas normas que solía: la fuente controla el material. No se dio cuenta de que yo había decidido: 'Este tipo es simplemente imposible. No puedes dejarlo en sus manos. Es demasiado importante y demasiado peligroso", dijo Sheehan al NYT.

El corresponsal se encerró a trabajar en un hotel de Manhattan junto a un equipo creciente de reporteros y editores mientras le daba largas a Ellsberg sin saber que meses atrás este le había dado un extracto de los documentos a uno de sus compañeros, que preparaba un libro.

Fue ese compañero, Anthony Austin, que no se lo había contado a nadie en el periódico y se dio cuenta de que le iban a pisar la exclusiva, quien avisó a Ellsberg de que la primera publicación de los Papeles del Pentágono en el Times era inminente, el 13 de junio de 1971.

Ellsberg intentó contactar con Sheehan, pero este ignoró sus llamadas hasta que supo que la exclusiva estaba en imprenta y que sería demasiado tarde para intervenir, por lo que le pidió a un editor que le dijera cuándo se habían imprimido 10,000 ejemplares, recordó.

"Tenía que hacer lo que hice", declaró el periodista en la entrevista de 2015 para justificar su engaño a Ellsberg, que estaba dividido entre su deseo de hacer públicos los documentos y su miedo a ir a la cárcel, según explicó, y podía haber dado información a alguien involuntariamente.

"Fue pura suerte que él no diera la voz de alarma en todo el maldito asunto", agregó.