Navidad

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Navidad

¿De dónde viene la Navidad?, la palabra aparece primero en latín, nativitas: nacimiento, y en la cristiandad se refiere nada más al de Jesús. Anoche releía a Borges quien dijo en una conferencia en Harvard que había tres grandes épicas en la humanidad y que eran las fundamentales de las que se derivaban otras: la toma de Troya, la Odisea y los Evangelios. En las tres tiene lugar la historia de un hombre que sufrió demasiadas desgracias. Aquiles es el héroe de la “Ilíada”, pero un hombre que sabía desde el inicio que no viviría para festejar el triunfo. Ulises, por su parte, perdió en batallas sin chiste a todos sus amigos y regresó a Itaca nada más para asesinar a los muchos postulantes que deseaban acostarse con su bella esposa Penélope. Jesucristo, según Borges, era un hombre que quería ser dios o un dios que quiso sufrir en su cuerpo lo que sufren los hombres y cuando lo crucificaron se sintió abandonado por ese dios en que creía.

Es claro que esta interpretación viene de alguien que era un iconoclasta o, si se quiere, un agnóstico, pero es interesante que el gran erudito haya puesto los Evangelios como uno de tres grandes relatos a nivel mundial. De hecho, dijo que los cuatro tomos de John Milton, “El Paraíso Perdido” no son nada frente al relato de la tentación de Cristo por el Diablo en el desierto.

Así que de eso se trata, de un ser que pasó por el mundo y lo transformó. Y lo primero que hizo fue romper con una buena parte de las tradiciones que había recibido, tradiciones milenarias, como eran las de los judíos. Ese dios celoso, castigador, siempre enojado que inventaron los hebreos o, si se prefiere, los pueblos del Medio Oriente, fue cambiado por un dios padre, por una concepción en que los demás empezaron a ser seres queribles, acabó con cosas externas, como la circuncisión para implantar ritos cercanos a lo espiritual; en vez de cortar un pellejito del pene impuso la idea de que el Espíritu Santo empezaba a ser tu colega, por el bautismo (que es la marca, pero ya no física sino ideológica).

Sigmund Freud dijo que el paso de un dios vengativo y castigador a un dios paternal era una muestra histórica del avance de la humanidad. Esto no es más que una consideración dentro de un esquema interpretativo de una teoría que el médico de Viena ligaba fuertemente a la relación con el padre. Pero es válida.

Ese Niño Jesús ha sido guardado por los ejidatarios, de los municipios de Saltillo y General Cepeda, en pastorelas y cánticos de una belleza excepcional. Tuve la suerte de escuchar seis arrullos al Niño Jesús en una comunidad de Patos, y puedo afirmar que fue una experiencia casi mística. Espero dar a conocer esas letras poéticas que nos muestran la profunda cultura que aún existe, pero que está a punto de desaparecer precisamente por el ataque cotidiano de lo que hoy se nombra neoliberalismo.

Así que ese Niño Jesús, una vez que creció, dejó una marca indeleble en el mundo que, a pesar de las muchas desviaciones y traiciones, ha impreso una concepción.

En un artículo viejo expuse el relato de la primera Navidad que los padres jesuitas les impusieron a los indios nómadas en su misión de Santa María de las Parras, irritilas (laguneros), pero también a niños indios de esa Coahuila aún inexistente, pero ya mencionada como Qavila. A finales del siglo 16 ensayaron la ceremonia de la adoración al Niño Jesús casi como todavía se representa. Hubo música, desfiles y una comilona. Cantaron villancicos en su propia lengua que, de acuerdo a las cartas anuas de los jesuitas, era el zacateco. Esto indica que la navidad tiene su propia magia desde siempre.

Entre el Jesús crucificado, que menciona el poeta Antonio Machado (¡Oh, no eres tú mi cantar, no puedo cantar ni quiero a ese Jesús del madero sino al que anduvo en la mar!), y el Niño Jesús aún inocente, rodeado por José y María, unos pastores con sus animales y los ángeles cantando (según san Lucas), hay una gran distancia que ha favorecido una forma de ver el mundo desde diversos ángulos. Lo trascendental es que se trata del mismo personaje, uno de los que partieron el mundo en un antes y un después. Y en estos días incumbe recordar que un día nació.

ALEJANDRO MEDINA