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'Naturaleza Inerte'; exploran la vigencia del bodegón
La pintura como disciplina artística no ha muerto. Muchos artistas contemporáneos aún exploran los límites y posibilidades de esta técnica, demostrando en el proceso su vigencia ante otros medios.
Sin embargo, no todos sus géneros han salido bien librados del paso del tiempo, pues mientras que ejemplos como el retrato permanecen inmortales, sujetos a nuevas experimentaciones; otros, como es el caso del bodegón, parecen haber quedado relegados a un estatus decorativo.
“Naturaleza Inerte”, exposición colectiva inaugurada el pasado martes 30 de abril en el Museo Rubén Herrera, presenta el trabajo de 24 artistas locales, incluidos el propio maestro Herrera y su alumna, Victoria Garza Villarreal —cuya obra fue donada al recinto por don Aldegundo Garza—, con la intención de abrir una discusión sobre la pertinencia de este género en la práctica artística contemporánea.
La naturaleza muerta durante su auge en el periodo barroco sirvió a diversos propósitos, entre ellos la exploración técnica de la composición, la luz y el color en la pintura, además de la representación de los hábitos de consumo de una determinada clase social.
Bodegones hay que mostraron los más ostentosos banquetes y las más humildes mesas, con frutas, carnes, quesos, panes y utensilios de todo tipo, sin embargo, aunque con el paso del tiempo estas costumbres cambiaron no así los temas que desde el género se abordaron.
La propuesta del Museo Rubén Herrera cuestiona al consumidor contemporáneo, inmerso en una constante saturación de imágenes y contenidos y lo invita a disfrutar y contemplar estos retratos del costumbrismo.
Las obras varían en su calidad técnica, dependiendo de cada autor. En algunos prevalece el preciosismo y podría decirse que casi hasta el hiperrealismo, con cuidado en el más mínimo detalle para hacer de la obra una verdadera copia de la naturaleza, en contraste con otros que valoran más la pincelada expresiva, el juego con el color, y en algunos casos se toman libertades en la composición, como el caso de la obra de Nicté Ruiz.
En cuanto a la técnica podemos encontrar tradicionales óleos, pero también hay obras al pastel y grabados al aguafuerte.
Temáticamente abordan el género con elementos similares a los maestros de antaño: ramos de flores, frutas como manzanas, granadas y uvas, pero destacan casos como el de la obra de Teresa Villarreal, quien presenta latas de refresco vacías, y de Salvador Flores Aldape, cuyo grabado incluye un vaso desechable con sopa instantánea, como guiños a los hábitos de consumo contemporáneos.
A ellos se suma la participación de pintores como Griselda Taméz, Gloria Méndez, Roy Carrum, Magda Lavin, Eleazar Montejano, David Adame y Marcos Israel Flores, así como Francisco Rodríguez, María del Pilar Muro, Alfredo Herrera, Fernando López, Lydia Rivera, José Luis Salas, Mayanin Ochoa, Hermelinda Leza, Ernestina Leyva, Lolita Garza, Rosy Ayala y Florina Medina.
La inclusión de las obras de Rubén Herrera y su alumna, Victoria Garza, sirve como punto de referencia para observar cómo se trabajaba este género hace cien años y mostrar qué tanto el maestro heredó a sus alumnos y los estilos que ellos potencialmente pudieron desarrollar de manera personal.
Una de las piezas de Garza Villarreal, en particular, está acompañada por un texto didáctico que invita a los espectadores a observarla con detenimiento y apreciar tanto la mano de obra como el paso del tiempo.