Natividades y gozos

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Natividades y gozos

“La Navidad consiste en que Dios está siempre ahí, esperándonos” Papa Francisco.

Fue la Navidad más aciaga, la de 1974 y justo 24 días de haber perdido a mi padre, encontré refugio con mis primos los Quintero en Piedras Negras.

Los días pasaban rápido y la mezcla de fraternal cariño y travesuras múltiples me dieron el consuelo necesario, aunque no las respuestas que continúo buscando.

La labor era simple iniciando con la localización de baldíos para incendiarlos, luego la visita al nacimiento de la esquina a fin de apedrear lo mismo pastores, que vacas, respetando a la sagrada familia y finalizaba con la visita al mono araña,del posteriormente tío Carlos Aguirre, a quien lanzábamos cuetes “Cat Black” ya sea en forma de ametralladora o solitarios. Pasados tiempos, digo mejores.

Los días actuales siguen dotándose de fraternidad con esa algarabía de Issa en las navidades y el cariño de mis hermanos y sus familias, algunos en presencia otros como “Chita” y Javier ausentes, pero siempre en el recuerdo.

El milagro del niño que nació siendo perseguido y que luego salvo a la humanidad, nos llena de emoción especial en la época y nuestro homenaje es en risas, rezos y en alimentos.

Estos últimos muy variados y caloríficos a más no poder, por ende más apreciados y solícitos.

En la tradición de la familia materna fueron legados para la cena navideña: el cabrito en fritada o al horno, el arroz con crema y queso, los buñuelos, el ponche de guayaba, las encaneladas, las galletas de maicena  y los  cuernitos de nuez, a los que se vinieron a agregar el pavo y el puré de papa y camote de la tía Martha, finalizando con  el bacalao a la vizcaína  y los romeritos de tía Cecy.

Así, sabores del norte y del sur fueron mezclados para enriquecer no sólo la variedad sino el gusto, sentido preferido de este escribidor.

De la familia de Issa mi mujer, fueron integrados los buñuelos de viento, el jamón glaseado, el fruit cake, el pavo frito en aceite de cacahuate, las papas horneadas, el pan de maíz y la jalea de arándano o cranberry, como tradición fronteriza.

Actualmente se agregan la pierna mechada de Luzma y los postres de Issa a la mesa de esa santa noche.

Pero la navidad guarda diversos significados, que algunos entendemos y otros nos traducen, recuerdo que el Papa Francisco en su homilía del 24 de diciembre del año pasado, definió el momento: “La liturgia de la santa noche de Navidad nos presenta el nacimiento del salvador como luz que irrumpe y disipa la más densa oscuridad. La presencia del Señor en medio de su pueblo libera del peso de la derrota y de la tristeza de la esclavitud, e instaura el gozo y la alegría. En esto consiste el anuncio de la noche de Navidad. 

Dios no conoce los arrebatos de ira y la impaciencia; está siempre ahí, como el padre de la parábola del hijo pródigo, esperando atisbar a lo lejos el retorno del hijo perdido.

También nosotros, en esta noche bendita, hemos venido a la casa de Dios atravesando las tinieblas que envuelven la tierra, guiados por la llama de la fe que ilumina nuestros pasos y animados por la esperanza de encontrar la ‘luz grande’. Abriendo nuestro corazón, tenemos también nosotros la posibilidad de contemplar el milagro de ese niño-sol que, viniendo de lo alto, ilumina el horizonte.La Navidad consiste en que Dios está siempre ahí, esperándonos”.

Y de esa reflexión viene la espera, la de una divinidad que nos lega el mundo para ser felices en él y ay de aquel que lo desaproveche.

Porque no solo es la época de la esperanza, sino también la de la reflexión en lo que hubo y lo que ha de llegar, sin que se rompa la magia de lo vivencial y exacto con los sueños y proyectos.

Una navidad plagada de esperanza, fe, caridad, felicidad y fraternidad a quienes se atreven a leer a esta pluma incómoda, que no se canse de atropellarlos el entusiasmo, ni hacerlos trizas la alegría y que Dios nos persiga a todos, que bien lo necesitamos.