Nada nuevo bajo el sol
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Nada nuevo bajo el sol
Los humanos tememos, y en ciertas ocasiones perseguimos, a quienes son diferentes a nosotros. Ese miedo a personas de apariencia o comportamiento que la psique humana califica como diferentes, son producto de un instinto primario que nos provoca emociones que están presentes en el ADN del comportamiento humano y es el caso de la homofobia.
Obviamente que se trata de una reacción emocional en lugar de un argumento razonado. Sin embargo, el hecho de que se trate simplemente de una reacción emocional no es relevante para los intolerantes, que rechazan y niegan a los homosexuales cualquier clase de derechos. Parecería increíble que siga sucediendo, pero quienes argumentan en su contra, casi siempre se basan en lo que “la Biblia dice”, interpretaciones erróneas que utilizan para estigmatizar y condenar a la comunidad homosexual y darles una condición de inferioridad, para relegarlos a las sombras y, por lo tanto, a la falta de derechos.
Otros, los más “informados” aseguran en tono docto que esto va contra las leyes naturales, un acto que la propia naturaleza abomina. Afirman que la evolución separó a las especies en macho y hembra y eso los hace justificar los prejuicios y la violencia que persisten. Ambas argumentaciones han sido refutadas por los defensores de los derechos civiles y por la ciencia con el mismo resultado: No hay cambio en sus posturas, muchas de ellas tan arraigadas que se vuelven imposibles de combatir con argumentos.
Ahí entra la discusión para que se siga prohibiendo el matrimonio entre parejas del mismo sexo. La razón más sólida es que de alguna manera pone en peligro la institución heterosexual del matrimonio, pues a alguien se le ocurrió que este era para asegurar la perpetuidad de la especie humana. ¿Pero de verdad nos interesa perpetuar a la especie humana como tal? ¿No hemos dado ya suficientes ejemplos de lo que nos hemos hecho entre humanos y lo que nosotros, humanos, le hemos hecho al planeta?
Pero dejando de lado esto, desconocen que las parejas homosexuales se quieren casar por las mismas razones que las parejas heterosexuales: amor, ritos y la fiesta de compromiso. Sin embargo, si el debate sobre la igualdad del matrimonio se limita sólo a las emociones y las costumbres sociales, no sería un asunto de derechos civiles. Las parejas heterosexuales se casan por amor, pero también para tener acceso a la protección legal y sus beneficios y, por supuesto, para proteger a sus familias y protegerse a sí mismos.
El matrimonio entre personas del mismo sexo ya es legal en la Ciudad de México, y en otros tres de los 31 estados del País: Coahuila, Nayarit y Quintana Roo.
Pero la semana pasada el presidente Enrique Peña envió al Congreso una iniciativa para legalizar el matrimonio gay en todo el País, modificando el Código Civil Federal para eliminar la premisa que indica que el fin último del matrimonio es “la perpetuación de la especie”. Los cambios propuestos señalan al matrimonio como la unión libre de dos personas que tienen la intención de tener una vida en común para procurarse ayuda mutua, solidaridad, respeto e igualdad. Se eliminan los términos y preceptos discriminatorios que actualmente definen al matrimonio como la unión de un hombre con una mujer.
Estamos ante el reconocimiento de derechos civiles de los homosexuales y la protección constitucional hacia las familias que formen y que en este caso no se limitan a aquellas cuya “finalidad sea la procreación”. Pero este intento ya provocó reacciones de la Arquidiócesis de México que la calificó como un “grave equívoco” y cuestionó si es para beneficio de los mexicanos. Dijeron, y cito textual: “No es posible que el Gobierno de la República ponga como prioridad legislar sobre falsos derechos”. Para esta institución, el matrimonio homosexual y su aceptación social y las relaciones del mismo sexo, merecen respeto, justicia y cuidado pastoral, pero de derechos civiles ni hablar. Se trata, como ellos dicen, de un grave equívoco, la degradación de un ser humano como tantas veces lo han hecho en la historia. ¿Qué va a seguir haciendo la iglesia con este tema? Lo mismo que dice su Libro del Eclesiastés 1:9: “¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; no hay nada nuevo bajo del sol”.
@marcosduran