¿Museos independientes?

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¿Museos independientes?

Ilustración: Alejandro Medina

Ya que no hay apoyo de ninguno de los tres niveles de gobierno, un Patronato independiente ha tomado para sí la tarea de rescatar a ese Saltillo que se niega a darse un lugar en aspectos culturales. La alternativa, en la que la mayoría son mujeres, se ha creado con cierta timidez, pero al verse favorecido por el público el Patronato ha continuado trabajando arduamente haciendo exhibiciones temáticas de buen gusto. Es preciso declarar que van por su tercera exposición: la primera “Dos siglos de moda en Saltillo”; la segunda “Ambientes: el mueble y el tiempo”; la tercera “Exposición de vestidos y objetos de la vida cotidiana”. 

Exhiben piezas reales, aunque hay fotos antiguas para que los visitantes comprueben que lo que están viendo realmente se usó en el pasado.

Ya basta de repetir lo que los mismos saltillenses asumimos: que somos avaros, egoístas, individualistas, que queremos todo regalado
 es lo que se dice de nosotros y es lo que repetimos con cierta amargura. Admiramos a la gente de Torreón porque es organizada y cooperadora. Aquí hay una muestra de lo que son capaces personas independientes que entregan dinero, piezas valiosas y, sobre todo, tiempo.

¿Por qué hacer una exposición de “vestidos viejos”? Precisamente porque existen todavía, pues se ha reunido una colección de 53 piezas muy raras, por lo tanto, valiosas. Estos ropajes fueron donados (en su mayor parte) por personas que viven en Saltillo. Pero los vestidos vienen acompañados por un sinnúmero de objetos que les dan vida.

Una saltillense que tomó un curso de museística en el Museo del Louvre, en París, les dijo que le enseñaron que toda muestra de arte debe responder al menos una pregunta. En este caso se proponen tres: ¿por qué hay más vestidos de mujeres que de varones?, ¿por qué las mujeres se casaban de blanco?, ¿por qué nos gusta guardar cosas viejas? Cada visitante podría intentar respuestas, aunque las hay históricas.

A la segunda podría responderse que la Reina Isabel de Inglaterra se casó de blanco e influyó en la moda. Pero entre los hermosos vestidos de novia, que son blancos, se encuentra uno negro. ¿Cómo puede ser?, ¿acaso la novia tenía luto? No, el vestido data de la persecución religiosa (1926-29). Se casó de negro para mostrar que la Iglesia mexicana estaba en duelo permanente. Esa prenda 
era parte de la lucha contra la opresión.

La primera pregunta es más simple: desde siempre las mujeres gustan de adornarse y verse bellas. Un fraile franciscano dijo de las indias de Coahuila que, aunque andaban desnudas, gustaban de adornar sus cuellos con collares de semillas engarzadas, ataviando sus largos cabellos con cordelillos y luciendo atavíos en sus brazos. La antropóloga americana Ingmar Johansson destacó el buen gusto de las tejedoras que dejaron su arte en la Cueva de la Candelaria (San Pedro).

El gusto por verse guapas lo comprobamos desde que aparece el cristianismo. Clemente de Alejandría y Tertuliano criticaron duramente a las conversas porque continuaban aderezándose como si fueran paganas. San Agustín remataba la condena porque el ornato de las muchachas incitaba a los hombres a pecar. Los tres teólogos fracasaron. ¡No a la represión!, parecieron decir las mujeres.

En el Renacimiento ya se decía que la moda era un asunto femenino. Y si vemos a los grandes pintores comprobamos que los vestidos eran realmente distintos en cada mujer y muy galanes. En México, en el porfiriato vemos a las elegantes, pero también a las miserables. Fotografías de Saltillo del siglo 19 enseñan que la gente gustaba de la ropa. Hay fotos de matrimonios en que el hombre luce su traje charro y la novia su vestido blanco, aun las pobres.

Sería injusto no mencionar a algunas de las personas que han llevado a cabo esta lucha por preservar nuestra identidad y por dar a conocer cuestiones que jamás habrían visto quienes visitan esos “museos temporales”. A la cabeza aparece María Elena Santoscoy, seguida por Rosario Domínguez, América Campero, Martha Mier y otras. Y en los aspectos de curaduría: Marcia Santos, Arturo Villarreal y Víctor Orlando López.

No hay palabras para agradecer su generosidad. La satisfacción del deber cumplido y el placer de generar cultura puede ser un pago
 y tal vez no aspiran a otro.

De Habla y Tiempo
Carlos Manuel Valdés