Muerte ignorada

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Muerte ignorada

ESMIRNA BARRERA

¿Qué otra lección más grande podría recibir la humanidad para comprender su alta vulnerabilidad que la lección de vivir en tiempos de una pandemia como la del COVID-19?

Hace meses comenté, sin ser un especialista, que en la próxima temporada invernal se iba a estacionar la pandemia causando más estragos en la población mundial, ya que el frío potencia los virus.

En México el número de muertes oficiales por esta pandemia aumenta cotidianamente, aunque todos sabemos que la mortandad es mayor que la que se comunica que existe.

Y sin embargo pareciera que para un gran número de mexicanos estas muertes no existieran pues, aunque han visto que se mueren personas cercanas, pasan por la vida sin seguir las indicaciones pertinentes para prevenir el contagio de la pandemia; una pequeñísima incomodidad que se remite a un trozo de tela.

En los últimos días he viajado a la Comarca Lagunera, a Irapuato, León, Tlaxcala y a la Ciudad de México. Con preocupación observé, tanto en el sector empresarial como en el cultural, que falta ser más puntuales en el cuidado de la sanidad.

En esas visitas a ciudades participé en una cena norteña de al menos 40 personas sin tapa bocas y también en comidas para 30 personas. Bajo el cobijo de la confianza se organizan de pronto estos encuentros que por supuesto producen personas contagiadas por el COVID-19, como fue el caso de dos empresarios en Gómez Palacio, Durango.

¿Dónde queda la lección que hemos recibido por meses? ¿Tan poco respetamos nuestra vida y la de los demás?

Es inadmisible que antes de preocuparnos por la muerte que cabalga entre nosotros nos preocupe lo que va a declarar en la mañanera el presidente López Obrador o los emprendimientos que ha detenido; la molestia de no poder salir de viaje para adquirir bienes innecesarios o quiénes se van saliendo del juego de las candidaturas políticas en las elecciones del próximo junio de 2021.

Entonces la muerte es ignorada por mexicanos sin consciencia de que son tan susceptibles a contagiarse como los ya fallecidos, porque también son simples personas terrestres. La muerte no espera lisonjas ni guiños que la distraigan, no pasa de largo, simplemente llega a los desprevenidos.

Pero hay otros mexicanos que asumen la irresponsabilidad de los inconscientes, pues son los que encaran la enfermedad desde la ciencia médica. Son héroes inmensos en batas blancas que protegidos como les es posible, algunos con mínimos apoyos sanitarios, exponen su vida junto a la de enfermeras que los apoyan y camilleros que trasladan a los muy contagiados hacia las camas de los hospital.

Cómo no honrar a los médicos, enfermeras y camilleros que han perdido la vida en estos tiempos de pandemia en el ejercicio de su responsabilidad privando de su presencia a sus familiares.

No es un lugar común hablar de la heroicidad de estos seres superiores. Guardemos respeto por la memoria de los que ya no están en el plano terrestre y por los que viven trabajando a marchas forzadas en los nosocomios. Seamos responsables y no nos expongamos al contagio del COVID-19 como si no existiera la muerte, pues al morir estaremos poniendo en riesgo a inocentes.