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Los gobiernos, para su defensa, desacreditan al feminismo y otras causas como movimientos radicales y violentos

El hecho de que exista una histórica e importante brecha en materia de derechos fundamentales entre hombres y mujeres, misma que no está ni cerca de ser zanjada; que las instituciones de justicia no hacen sino acumular expedientes que dan fe de una cultura machista y violenta; y de que el sistema está efectivamente diseñado para relegar a la mujer en segundo plano, no significa que la lucha por la igualdad y la justicia para las mujeres no pueda ser malversada por particulares y por organizaciones.

Muchas veces la lucha y los reclamos feministas sirven para que “algunes persones” liberen sus frustraciones y reclamen la atención que creen merecer y jamás obtendrían de otra manera. Supongo que todo movimiento social de cualquier índole se presta para dicho propósito: que puede servir de refugio y darle sentido de pertenencia a quien siente que no encaja en ningún otro ámbito, grupo, tribu o familia. 

Pero en el caso de la lucha feminista, es especialmente notable cuando una mujer cuya vida parece estar bendecida por toda suerte de privilegios (y que no está marcada por ninguna tragedia imputable al patriarcado) se compara con las víctimas de la violencia o la marginación ejercidas en función del sexo.

No estamos diciendo aquí que una persona con privilegios no pueda adherirse a la causa que mejor le plazca, manifestarse o expresar ‘sororidad’ con sus hermanas de lucha.

Sólo consideramos grave cuando, por decir algo, una estrella de la industria discográfica se queja de que un productor le agarró una rodilla, arma un escándalo mediático y se roba toda la atención hasta casi volver invisibles a quienes han sido violadas, asesinadas o injustamente encarceladas, y todavía la artista en cuestión reclama que se le considere una vocera del movimiento feminista.

Pero por supuesto que también se puede malversar el movimiento feminista en lo político. Grupos y organizaciones a los que siempre les han importado un cuerno los derechos de las mujeres, los agarran luego de bandera cuando sirven para golpetear a sus adversarios cuando estos ocupan el poder al que los primeros aspiran.

Es ridículo, por ejemplo, cuando el PAN se suma a la lucha feminista, tratándose de un partido ultra conservador que reiteradamente niega a las mujeres cuestiones tan básicas como el aborto, la emancipación, o su simple realización fuera de la estructura familiar tradicional. El panismo ni siquiera reconoce el amor entre dos mujeres (¡Margarita, cuidado, allí vienen dos lesbianas!).

No obstante, una mujer que lleva años haciendo un infructuoso reclamo de justicia ante la autoridad, siendo ignorada por “no ser nadie” (como nos pasa a la mayoría en este país), al verse de un día para otro “apoyada” por un partido político que pone sus demandas en las primeras planas y lleva sus exigencias a las instancias más altas, va a recibir probablemente este respaldo como lo mejor que le ha pasado durante su gesta, sea o no consciente de que, en realidad, es ella quien está soportando la causa de un partido u organización que impúdicamente la utiliza.

Es quizás por lo anterior que salió toda la porquería de Salgado Macedonio muchos años después de haber sido presuntamente cometida, porque hoy está a nada de convertirse en Gobernador de Guerrero; y es que con seguridad quienes le acusan fueron reiteradamente ignoradas… pero hoy, al calor de la disputa preelectoral, hay a quien esta carpeta de acusaciones vencidas le sirve y mucho.

Luego los gobiernos, para su defensa, desacreditan al feminismo y otras causas como movimientos radicales y violentos. Pese a que existe en efecto una postura intransigente del feminismo, que busca un cambio a través de la destrucción de símbolos y las consignas agresivas, constituye sólo un pequeño porcentaje de un movimiento que es mucho más amplio y que no es tanto una forma de activismo como una postura en la vida y la sociedad, ante las instituciones y el gobierno.

Pero es hasta escandalosamente sencillo que un gobierno infiltre gente violenta y sea el propio autor de los desmanes para desacreditar a una manifestación ante la opinión pública, lo que luego le da luz verde para ejercer la represión a sus anchas. En 1968 en México, los violentos y revoltosos eran los estudiantes.

¿Puede servir el feminismo de excusa para atacar al presidente López Obrador? ¡Pero claro que sí! Lo que tampoco evita que el propio AMLO mantenga una lamentable postura de negación y displicencia frente a reclamos feministas auténticos y bien fundamentados, tanto históricos como los que ha sumado su administración.

Tampoco hay que escudriñarlo tanto para percibir que, en su arcaica red neuronal, toda mujer que no está de comparsa o en función de un proyecto eminentemente masculino, le anda estorbando. ¿Me pregunta por Olguita Sánchez, primera secretaria de Gobernación? Comparsa, por cierto, misma que se quejó de machismo sistemático al interior de la 4T y al día siguiente cambió dramáticamente su discurso.

En conclusión, no importa de cuántas maneras se malverse o se desvirtúe la lucha feminista; no importa cuántas veces y de cuántas formas se emplee como ariete político; no importa el nivel de ridículo al que pueden llegar algunas de sus dudosas adherentes y comprometidas. Todo ello pasa a segundo lugar cuando admitimos con humildad y en silencio que las mujeres aún tienen una importante conquista por delante y nosotros mucho qué ayudar en esto, no estorbándoles.