Movilidad urbana en Bogotá

Usted está aquí

Movilidad urbana en Bogotá

El parque vehicular es inmenso así que no resulta mala opción usar transporte público pero no tiene calidad

Tengo la costumbre de utilizar transporte público cuando visito una ciudad. Aunque ya había estado en dos ocasiones antes en la ciudad de Bogotá no había tenido oportunidad de transportarme en uno de sus autobuses urbanos, que los hay en excelentes condiciones (las unidades Transmilenio) pero mayormente existen las “busetas” en las que se hacen caber a los pasajeros en condiciones inhumanas.

Llegué a Bogotá invitado por la Universidad El Bosque en calidad de profesor para impartir conferencias sobre la visión mexicana de la responsabilidad social empresarial y sobre el tema de la economía verde. Particularmente me interesaba saludar a excelentes amigos colombianos como la abogada Yolanda Díaz y el ambientalista Harold Arango y otros más a los que he conocido a lo largo de muchos años de participar en las reuniones de sociedad civil del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y en las del Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales (FLACAM) representando a la fundación Mundo Sustentable A.C.

Pero particularmente me interesaba compartir los avances de la fundación a casi 12 años de su creación porque aspiramos a que haya un capítulo de esta asociación civil en Colombia. 

Así que puse manos a la obra y entre las conferencias y un seminario que ofrecí de manera honorífica, fui comprometiendo a personas relevantes del medio académico y del medio empresarial bogotano a ser parte de los integrantes del capítulo colombiano de la fundación ya referida. Finalmente esto ocurrió el viernes pasado en un salón de la universidad en la que se congregaron tres empresarios, representantes de dos ONG y tres académicos. 

El Capítulo será presidido por el doctor Jaime Romero, entusiasta y culto académico impulsor del Posgrado en Gestión Ambiental Empresarial.

Luego de la experiencia que tuve de trasladarme en una “buseta” hacia el Museo Nacional y de percatarme de las tribulaciones de los pasajeros tanto para entrar como para salir de la unidad de transporte y de constatar que las vialidades que cruzan el centro de Bogotá requieren de un rediseño pensé que uno de los propósitos de este capítulo podría ser promover acciones para mejorar la movilidad urbana en la ciudad, pues francamente los “trancones” (embotellamientos) están a la hora del día lo que implica grandes emisiones de gases de efecto invernadero.

Bogotá está emplazada a dos mil 650 metros sobre el nivel del mar y está circundado por los cerros orientales. A pesar de lo que podría pensarse por la cercanía de áreas boscosas vi con sorpresa a muchas personas con cubre bocas señal inequívoca de la mala calidad del aire en la ciudad. El parque vehicular es inmenso así que no resulta mala opción decidir usar transporte público pero no tiene calidad y no hay un buen balance entre éste y el transporte privado. 

Hay una arteria (la Carrera Séptima) que comunica de manera transversal el sur con el norte. Desde la “buseta” y balanceándome como pude fui observando la imagen urbana. Miles de comercios y un sector bancario apabullante fueron apareciendo en el trayecto. Me llamó la atención sobre esa avenida los numerosos establecimientos que existen para poner tatuajes. 
Una pasajera amable me explicaba que por toda la zona hay varias universidades por ello la gran cantidad de oferta de este servicio que marca la piel de manera indeleble.

¿Cómo mejorar la movilidad urbana de una ciudad cuyos habitantes utilizan la mayor parte de sus sueldos en adquirir a crédito un automóvil? Una ciudad donde no hay piedad hacia los ciclistas y motociclistas.

Luego de encontrar el museo cerrado decidí caminar unos kilómetros de regreso para observar a los transeúntes sobre las calles perpendiculares a la avenida y los negocios que parecían interminables. Camiones y automóviles por doquier, policías en cada esquina pero ningún agente de tránsito.

Sin embargo, los bogotanos sobreviven a la mala movilidad urbana y ahora con algo de entusiasmo, pues la FARC ha decidido apostarle a la paz y se está negociando con el ELN para que abandonen el movimiento de guerrillas aunque no han dejado de ser ambos organismos, bandas criminales. Finalmente hay que temer más a los delincuentes disfrazados de guerrilleros que a experiencias como la de la multicitada “buseta”.