Monetización
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Monetización
Las relaciones interpersonales son insustituibles. Las de carácter familiar allí están, sean agradables o no, son cuestión de vínculos consanguíneos.
En el mejor de los casos las relaciones familiares pueden ser más que un referente obligado en la vida, una manera de comprender la extensión humana de ancestros-descendientes.
¿A quién me parezco? ¿De dónde proviene esta enfermedad familiar? ¿Quién propició la pobreza o la riqueza de mis padres? ¿Cuál es mi horizonte de vida en función a la edad en la que murieron mis abuelos paternos y maternos? Preguntas que muchos nos hacemos.
Las nuevas generaciones suelen ir más allá en sus preguntas y en sus acciones. Se preguntan si vale la pena establecer una relación formal con alguien que signifique el pago de vivienda, vestimenta y alimentos.
Los jóvenes de hoy se preguntan si es conveniente tener hijos y si es conveniente adquirir compromisos fijos en la compra de propiedades.
Se desestima la profundidad de los sentimientos de afecto que anteriormente se valoraban como los que unían a las familias. Los adultos mayores son rezagados en asilos en donde se abandona a los que hicieron posible la existencia y que instruyeron a sus hijos e hijas. Al dejar de ser útiles pasan ahora esos hombres y mujeres a ser una carga material y de tiempo, ese tiempo que ahora adquiere la dimensión de la monetización.
Ahora las preguntas son distintas. ¿Me conviene permanecer en este trabajo? ¿A dónde viajaré esta vez? ¿Con quién me acompañaré este año? ¿Quién me puede ofrecer un mejor estatus en una relación amorosa? ¿Con qué grupo social debo convivir?
Se monetizan las relaciones sentimentales, se monetizan las relaciones familiares y de amistad. La lealtad más permanente es la que se obtiene con el dinero.
No hace mucho una frase recurrente para explicar la terminación de un vínculo matrimonial era: “Cuando el dinero acaba, el amor sale por la ventana”. Ahora ni la relación más efímera no formal, no se presenta si no hay un interés económico de por medio.
En el mejor de los casos existen pseudorelaciones sentimentales en las que cada parte de la pareja vive en un lugar distinto para hacer ahorros. Si la pareja se embaraza, el destino del producto es abortado.
Parece siniestro lo que estoy compartiendo pero es cierto, como cierto también es que se observa a hijos treintañeros permaneciendo en la casa de sus padres sin el menor interés de independizarse. Siguen siendo “hijos de familia” exprimiendo a sus progenitores quienes ya no gozan de su plan de retiro, y hacen lo posible por no jubilarse porque siguen manteniendo vástagos y se quedan sin la posibilidad del buen vivir de sus últimos años, pues esos dineros separados para la vejez se invierten en la sobrevivencia de los “retoños añosos”.
La monetización se hace visible hasta en el momento de la muerte porque los deudos buscan planes económicos sin respetar la voluntad de quienes mueren.
¿Y qué decir del tema de la guerra como negocio? Paralela a una confrontación bélica están los intereses económicos de los productores de armamento. Que no se salga con la suya el rubio platino.
Da pesar que un arma en manos de un niño haya causado muertes en la Comarca Lagunera; esa arma representó una transacción monetaria y la portó un niño desamado. Réquiem por el respeto sin monetización.