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Moisés Arizmendi y Alejandro Andrade: Cuernavaca, Adiós a la infancia
Andy es un niño solitario en un mundo sin esperanza. Debe vivir en la enorme mansión de su abuela española en Cuernavaca, en espera de que quizá su padre ausente vuelva para sacarlo de ahí y llevarlo a un lugar mejor. El reino de la niñez ha dejado de ser mágico y lleno de superhéroes, la realidad devastadora comienza a invadirlo todo. Esta es la historia de la cinta que toma su título de la ciudad donde se ubica, el primer largometraje del director Alejandro Andrade, quien cuenta una especie de biografía de su propia infancia. En ella, el padre ausente es interpretado por Moisés Arizmendi, un hombre que no sabe cómo cumplir las funciones necesarias para que el pequeño crezca bien. Actor y director platican con VANGUARDIA sobre este trabajo, que busca transmitir la angustiante sensación de dejar atrás la niñez.
¿Por qué hacer una película titulada y ubicada en esta ciudad?
Alejandro Andrade (AA): “Todo viene de los recuerdos de infancia que yo tengo de la casa de mi abuela en Cuernavaca. Me interesaba retratar esas memorias que yo tenía de un lugar perfecto, lleno de flores, muy bonito todo, pero que escondía muchos secretos y que de alguna manera era un poco oscuro. Me gustaba mucho eso como metáfora también del país, me gustaba lo que se vive en esa ciudad con las barrancas, que de un lado está la gente rica y del otro están los que van y sirven a esa gente. Me gustaba como una metáfora de varias cosas; uno: de la infancia, de la primavera, yendo a lo más obvio, ‘la ciudad de la eterna primavera’; y otro: como una metáfora también del país. Y finalmente Cuernavaca significa en náhuatl ‘entre los árboles’ y tenía muchas ganas de hacer una película de una maduración, de un crecimiento, que sucediera entre los árboles”.
¿Cómo fue trabajar con la actriz española Carmen Maura, quien interpreta a la abuela?
AA: “Fue toda una experiencia, fue un aprendizaje grande. Fue entender actores con procedencias muy distintas de los otros con los que yo había trabajado en otro tipo de proyectos. Fue muy fuerte también, porque es una persona que exige mucha claridad, muchísima claridad y que todo sea dicho de la manera más precisa y con menos palabras posibles. Yo me suelo extender y hablar y echar choro y ella odiaba eso, por ejemplo. Entonces para mí era un reto de claridad y de ahorro de palabras, y de tener muy claro, en sus términos, qué era lo que yo quería. Me costó mucho trabajo entender cómo hablar con ella para que hiciera lo que yo necesitaba. Y creo que a ella también le costaba trabajo, está acostumbrada también a ser Carmen Maura, a llegar a un rodaje en España y que todos digan ‘ah, Carmen Maura, haz lo que quieras’. Aquí, por la naturaleza del proyecto, era muy distinto. Yo sí necesitaba que ella estuviera en un tono distinto que en el que ella suele estar, en una actitud distinta, en fin. Necesitaba una serie de cosas, por los niños, por las personas con down, etcétera, a las que ella no estaba acostumbrada. También para ella fue todo un proceso de aprendizaje y adaptación. En algunos momentos fue duro, pero ya que nos embonamos, creo que fluyó muy bien”.
Moisés Arizmendi (MA): “Para mí muy rico, la verdad. Mucho aprendizaje, estás con una primera actriz de talla internacional. Te callas y aprendes y aprendes muy bien. Muy rico”.
La película trata de ir dejando atrás la infancia, ¿ustedes en qué momento de sus vidas se dieron cuenta que pasaban esa etapa?
MA: “Mi madre murió cuando yo tenía nueve años, de manera abrupta, una embolia cerebral. Y claro, hay un antes y un después. Se acabó tal, tal, tal y pues a crecer. Es un momento para mí que cambió mi vida”.
AA: “Justamente cuando mi abuela, en la que está basado el personaje de Carmen (Maura) murió, yo tenía como 12, 13. Tuvieron que vender la casa, se acabaron muchas cosas que significaban infancia para mí. Entonces creo que ese momento fue no sólo la pérdida de la persona, sino de todo lo que significaba, que me había estado acompañando durante la infancia. Ese fue un momento de ruptura de decir ‘ah, aquí se acabó’”.
Moisés, has trabajado en proyectos basados en hechos reales, esta película está basada en la experiencia de Alejandro, ¿creen que la realidad inspira la ficción o al revés?
MA: “Yo creo que la ficción siempre mejora la realidad, la condensa, te ayuda a entenderla, a comprenderla. La ficción tiene reglas que no tiene la vida, tiene unidades aristotélicas que no tiene la vida. Pero siempre, tanto creativos como intérpretes, nos inspiramos en cosas que son detonadores, o emotivos o de estructura dramática, para generar estos universos que nos encantan a los que nos dedicamos a esto”.
AA: “Hay ese camino de ida y vuelta, de alguna manera. Para escribir y dirigir nos inspiramos en la realidad. Yo también he trabajado mucho el género documental y me encanta, porque justamente es como una riqueza enorme poder ir a los lugares reales, ver a la gente, ver cómo habla, cómo come, dónde vive y todo eso inspira. Y luego también es muy bonito el camino de regreso, ya que con eso se hace algo, pues como dice Moi, eso que uno ha hecho también puede inspirar cosas en la realidad”.
¿Cuál fue el reto de hacer una cinta contada desde la perspectiva de un niño?
AA: “Pues el principal era contar con un protagonista que estuviera en todas las escenas de la película, eso era muy complicado. Porque un niño no puede trabajar el mismo ritmo y el mismo horario que un adulto, también tiene sus tiempos, se cansa mucho más rápido, pierde la concentración. Entonces, trabajar con un niño tanto tiempo, tantas horas, tantos días, fue muy complicado. Luego también en cuestiones narrativas, cuestiones de dirección, era importante que, aunque estuviéramos desde el punto de vista del niño, no se convirtiera en una de esas películas como de fantasía o que la visión es un poco tonta o que es muy maniquea, porque eso también es un exceso en el que puedes caer. Hay mucho ese pensamiento de que los niños son tontos, que son inocentes y entonces cuando se habla o se trabaja desde la infancia, a veces las películas quedan así como bobaliconas o fantasiosas. Yo creo que no, los niños son bastante perversos, a veces crueles, bastante maduros muchas veces y son personas inteligentes. Entonces yo quería, sin que pareciera tampoco un adulto, fuera un niño que puede tomar decisiones”.
Moisés, tú siendo padre ¿cómo fue interpretar a un padre tan malo como el de la cinta?
MA: “Duro, fue muy duro. Hay como un sentimiento soterrado o guardado en Andrés, este personaje, para poderse desentender, para marcar un límite de su hijo, sin decirle. Como en muchos diálogos, ‘papá, ¿ya nos vamos a México?’, ‘no te puedo decir nada, pero no sé cómo vivir en México, no sé ganarme la vida, ¿cómo voy a saber mantenerte?’ Fue duro en ese sentido. Igualmente hay que observar a gente que lo ha tenido que ver así. Yo tengo amigos míos que ‘oye, ¿y tu hijo?’, ‘no pues su madre se lo llevó a Barcelona y no lo veo desde hace dos años… no pues me separé de su madre y no me lo ha permitido ver en no sé cuánto’, ‘oye, ¿pero no le hablas ahí cada tanto?’, ‘pues al principio sí, pero después no’. Lo que hay cuando te dan esa respuesta es lo que yo estaba buscando generar en este personaje. Hay un dolor, pero la situación es tan dolorosa que mejor hay que borrarla, hay que poner una pequeña barrera en lo que te causa”.
La cinta tiene un tono particular, ¿qué opinan de las divisiones que se hacen en el cine nacional entre “cine de arte” y “cine comercial”?
MA: “Yo creo que esta película en particular es una peli para todo público. No se necesita tener una licenciatura para ir a verla, es decir, ni ser un erudito en cinematografía. Es una peli para toda la familia, pero no es una comedia romántica. Es una película digerible, pero es un drama. Es tan sencillo como eso”.
AA: “No hay que ser tan radicales, yo creo. Se puede hacer un cine comercial bien hecho y también se puede hacer un cine más personal y autoral, más accesible. No hay que irse a ninguno de los extremos y que, de alguna manera, hacer una película que sí haga reflexionar y toque temas importantes, no implica que sea una película que nadie entienda. Siendo una película entendible, para toda la familia, que de alguna manera es un poco una fábula, la han visto niños, hemos tenido funciones con niños y también les llega, les gusta y ven cosas. Siendo una película que puede llegar a mucha gente de diferentes edades, no deja de tratar temas que, por lo menos a mí, me parece interesante tratar. Se puede hacer eso, un cine interesante sin ser totalmente inaccesible”.