Misoginia institucionaizada
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Misoginia institucionaizada
El diálogo se desarrolló en la edición del pasado 28 de marzo del programa “Sentido Contrario”, transmitido a través de Radio UNAM y conducido por el “intelectual de izquierda” Marcelino Perelló Valls. En el mismo intervino fugazmente —pero de forma relevante— una mujer a la cual Perelló identificó con el críptico mote de “Laberinto”:
—Tampoco eso que dice Javier (Platas, el otro co-conductor del programa) de que te metan los dedos es para armar un desmadre estrepitoso… incluso la violación, no hay para qué desgarrarse las vestiduras. Si les gusta, no te hagas pendeja… Laberinto…
—No.
—Hay mujeres… bueno, a ti no, pero hay mujeres que sólo han sentido un orgasmo cuando son violadas. Eso es algo registrado en la literatura especializada. Cuando no hay culpa… es decir, cuando te violan, entonces tú no tienes ninguna responsabilidad: te violaron. Y entonces gozas, porque de otra manera, al estar gozando del pecado original… o sea, coger sigue siendo pecaminoso, no sólo en la religión cristiana, sino en la configuración ideológica occidental…”.
El diálogo surgió un poco de forma accidental, cuando los conductores del programa (quienes se ocupan de precisar cómo lo suyo en realidad “no es —no era— un programa de radio”) aterrizaron en el caso de “Los Porkys”, no derivado del debate generado por la concesión de un amparo —el mismo día de la transmisión radiofónica— a uno de ellos, sino porque a Perelló le dio ese día por defender “el derecho al piropo”.
El también catedrático de la UNAM se “quejaba” en su programa de cómo los tiempos pasados fueron mejores y para ejemplificar de forma contundente señaló cómo las mujeres de hoy “se ofenden” porque les dices “guapa” y cómo, a fuerza de considerar acoso sexual el hecho de lanzarles piropos a las damas, “estamos construyendo un infierno” en esta sociedad nuestra.
Así, dando tumbos —como ocurre en cualquier emisión carente de guión— llegaron al asunto de si se considera —o debiera considerarse— violación la introducción de objetos distintos al miembro viril en la vagina, en contra de la voluntad de la víctima, por supuesto.
Con ese telón de fondo, Perelló decidió largar su hoy muy famoso argumento. Una auténtica gema del pensamiento liberal de izquierda. Una perla de la intelectualidad progresista de quienes se encuentran históricamente legitimados por ser “revolucionarios”, por haber participado del movimiento del 68, por haberse mantenido siempre a la vanguardia política…
Lo de menos, sin embargo, es sumar la voz propia al muy amplio coro de repudio cosechado a estas alturas por el también articulista del Excélsior-Radio UNAM canceló su programa y el Centro de Investigaciones y Estudios de Género de esa casa de estudios condenó sus expresiones; el Comité del 68 de desvinculó públicamente de él.
Lo demás es comprender y asumir cómo las expresiones de Perelló constituyen en realidad una idea sumamente arraigada entre nosotros y definen una posición respecto de las mujeres ampliamente compartida. Lo dicho por este miembro de la “histórica generación del 68” no es casual.
Por qué, ¿cómo llega un “intelectual de izquierda” a este 2017, cargando 73 años de historia a cuestas —Perelló nació en el año 44 del siglo pasado—, conduciendo un programa en la estación de radio de la universidad más importante del País y portando como equipaje ideas como las transcritas?
Si uno escucha el programa —disponible en múltiples sitios de internet— puede notar claramente cómo lo dicho por el matemático y maestro en ciencias por la Universidad de Bucarest no es un argumento forzado, ni un tropezón: él cree genuinamente en las ideas expuestas.
Y bueno: eso lo ratificó después, a través de su cuenta de Facebook, en la cual “defendió” sus argumentos y, si acaso, se atrevió a reconocer un dejo de “mal gusto” en una de las expresiones por él utilizadas durante el programa. Incluso Perelló ha ido más lejos: le ha permitido a todo mundo publicar en su muro las críticas y diatribas enderezadas en su contra a partir del escándalo provocado por sus afirmaciones.
Ni un atisbo de arrepentimiento. Ni una pizca de rubor.
Personalmente no me asombra. He discutido largamente con múltiples personas —entre ellas no pocas feministas— la realidad de violencia de género a la cual estamos asistiendo en nuestros días, realidad traducida en la normalización de expresiones y conductas deleznables.
La nuestra es una sociedad misógina y terriblemente violenta hacia las mujeres. El mayor problema sin embargo, no es ese, sino la superficialidad con la cual abordamos cotidianamente el fenómeno. Hoy la condena generalizada se da en contra de Marcelino Perelló, pero sólo porque se atrevió a expresar crudamente sus convicciones y estas llegaron a internet.
Todos los días, muchos hombres y mujeres hacen y dicen cosas similares y aún peores, pero las toleramos porque no se convierten en trending topic.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx