Mirar al Sur

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Mirar al Sur

La Secretaria de Economía del actual gobierno federal es hija de Manuel Clouthier del Rincón, legendario líder empresarial y candidato del PAN a la Presidencia de la República en las controvertidas elecciones de 1988, tiene además una licenciatura en Letras Inglesas. ¿Qué la califica para ocupar el puesto que hoy ocupa?  ¿Sólo su apellido?, fuente principal de su capital político. ¿Por ese motivo la reclutó Alfonso Romo, con el propósito de incrementar su peso dentro del círculo cercano a Andrés Manuel López Obrador? Más tarde, Tatiana se convirtió en coordinadora de campaña, subcoordinadora del Grupo Parlamentario de Morena y finalmente titular de la Secretaría de Economía. 

Su historial político bien puede resumirse como una serie de enfrentamientos, primero contra el PRI y luego contra el PAN. A su paso por Morena suele dar cierta impresión de independencia, por su forma de ser y de ejercer el oficio político. Eso me parece consistente con los modos de su familia, no rehúyen a la adversidad y eso es digno de reconocimiento, pero no la convierte en una funcionaria eficiente.

Después de toda una vida en la oposición la vemos, en su tercer año de ejercicio gubernamental, enfrentada a su propio fantasma. La Tatiana Clouthier que hablaba sin parar, con el aval de una autoridad moral heredada, hoy suele callar y cuidar cada una de sus expresiones. Algunos medios quieren demostrar que acertó al apoyar a AMLO; otros sostienen que debió ser congruente con el legado que recibió.

Son bien conocidos los debates que ha sostenido con sus hermanos, fuertes, candentes pero nunca irrespetuosos. En casi tres años de régimen morenista, cuesta encontrar algún acierto en su haber: tal vez que haya cuestionado la militarización del país y la justicia inquisitiva que impulsan López y su partido. Aunque en apariencia parece valiente, sirvió de poco porque es un hecho consumado la regresión a una justicia autoritaria y la militarización es una realidad que casi nadie pone en duda. 

Tatiana llegó a encabezar la Secretaría de Economía para restablecer puentes con el sector empresarial y propiciar que México sea percibido como un destino propicio para la inversión de capitales nacionales y extranjeros. Graciela Márquez y Alfonso Romo al dejar el barco despertaron sentimientos agridulces. La desconfianza empresarial permea toda la economía. Desde el capital trasnacional hasta el pequeño negocio local, no ven certeza alguna en los bandazos gubernamentales. 

Deseo estar equivocado, pero veo que la secretaria Clouthier está fracasando en su encomienda, ¿porque no puede o porque no sabe?
Sin rumbo, transcurre su tiempo como Secretaria de Economía, no es tarea fácil con un Presidente impredecible que como dice una cosa dice otra, dependiendo del humor que traiga ese día. Para la economía no hay peor enemigo que la incertidumbre. 

La semana anterior la Secretaria Clouthier hizo un llamado al sector privado nacional e internacional: “Es la hora de mirar al sur”, dijo. Ahí estarán las oportunidades en el México de la Cuarta Transformación. Como prueba de ello recordó los proyectos emblemáticos del Presidente, el Tren Maya y el Corredor Interoceánico.

No conozco promesa más veces repetida y menos cumplida que la de llevar el progreso al Sur de la República. Lo han hecho todos los gobiernos, de todos los niveles y de todos los partidos. Importa destacar la ceguera soberbia del Centro, de la cúpula y de la clase política que nunca han dudado de que tienen en sus manos la varita mágica para poner en marcha una economía moderna en cientos de comunidades del Sur. De ribete, dan por sentado que tienen el aval de los pueblos para hacer y deshacer; y hasta se inventan ceremonias, verdaderas mascaradas, para arroparse con una cultura ancestral que, en el fondo, menosprecian. 

Sin reglas claras de operación, en un terreno donde los usos y costumbres de las comunidades hacen todavía más compleja cualquier intervención y en un clima de resistencia comunitaria a las imposiciones de formas de vida que les son ajenas, no se ve cómo alcanzar algún logro o generar alguna certidumbre. Difícilmente llegarán unas inversiones que las comunidades, tal vez, ni siquiera quieran.

Pero cantado está y toca “sostenellas que no enmendallas”, como dijera don Alonso Quijano, nuestro entrañable Don Quijote. Medir el fracaso de Tatiana cuando finalice el sexenio, será cosa sencilla. 

 

REGRESANDO A LAS FUENTES
Jesús Ramírez Rangel