Mirador 19/01/16

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Mirador 19/01/16

En Monclova oí hablar del máistro Lalo, peluquero.

Era hombre de ingenio peregrino; tenía desaforadas ocurrencias.

Cierto día hizo publicar en el periódico local un aviso de ocasión:
“Compro hormigas rojas. Pago 5 centavos por cada una”.

Cuando a la mañana siguiente Lalo llegó a su peluquería vio en la calle una larga fila de chiquillos, cada uno con un frasco lleno de hormigas. En aquel tiempo en que se podía comprar un dulce por 5 centavos, lo que ofrecía don Lalo era una fortuna.

Hizo pasar el peluquero al primer chamaco, y empezó a sacar una por una las hormigas que traía en su frasco. 
Las levantaba en alto, con ojo experto las examinaba y decía luego:

-Hormigo… Hormigo… Hormigo…

Todas las hormigas que llevaban los niños resultaron ser hormigos; ni una sola salió hormiga. Lalo les explicó a los cariacontecidos muchachillos  que en los hormigueros las hembras son muy pocas, y rara vez salen de sus aposentos subterráneos. Por eso, por escasas y difíciles de capturar, había ofrecido pagarlas a buen precio, pues quería iniciar con ellas una cría.

Los hechos y los dichos de personajes como el máistro Lalo deben conservarse. Son ellos quienes dan genio y figura a una comunidad.

¡Hasta mañana!...