Mirador 18-01-2016
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Mirador 18-01-2016
Nevó anoche en las montañas de Ábrego.
Salí de la cama, a pesar de que el sol había dicho que ese día él no iba a salir. A través del cristal de la ventana miré la blancura de la nieve en los picachos de Las Ánimas. No se movían las ramas de los árboles. Callaba el mundo. Voló de pronto un cuervo, como si en él la niebla se hubiera condensado.
Fui a la cocina. Ahí me esperaba ya una taza de humeante yerbanís. Su aroma campesino y su calor llegaron al último aposento de la casa donde vive mi alma. Se alegró ella por el nuevo día, aunque no brillara el sol.
Ya brillará. El sol siempre está ahí. Una mañana tenderá su bandera de luz sobre los campos. Al paso de los días la nieve se volverá hilos de agua y bajará por las quebradas de la sierra hasta el arroyo. Con su caudal regaremos los nuevos árboles y la semilla nueva.
Arde la leña en el fogón. La olla que borbotea canta una canción antigua. Al antiguo hombre que soy yo lo vence el sueño. Y sueño las montañas y la nieve, los árboles y el cuervo, el sol y el agua, la canción de la olla… Y me sueño yo.
¡Hasta mañana!...