Mirador 13/01/16

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Mirador 13/01/16

San Virila salió de su convento. Iba a la aldea a buscar el pan para sus pobres.

Hacía frío. Hacía mucho frío. Un pequeño gato tiritaba a la orilla del camino. San Virila lo vio y se compadeció de él.

Hizo un ademán. Un rayito de sol atravesó las nubes del invierno y se posó en el gatito, que empezó a ronronear, feliz, en la grata tibieza que lo envolvió.

Pasaba por ahí el rico del pueblo y vio el milagro que el humilde fraile había hecho. Le dijo, prepotente:

-¿Por qué no haces que un rayo de sol venga también a mí? ¿Acaso soy yo menos que el gato?

Respondió San Virila:

-Nadie en la creación  de Dios es menos que nadie, y nadie es más. Tú no necesitas calor para tu cuerpo: tienes sobrada ropa que te cubre. Necesitas calor en tu alma, fría por el egoísmo, la indiferencia, la falta de generosidad.

Sólo el milagro del amor puede quitarte esa frialdad.

El rico se alejó mascullando palabras de disgusto. El frío que llevaba con él enfrió aún más el día.

¡Hasta mañana!....