¿Recuerdas, Terry, cuando encendíamos la chimenea en las noches de frío del otoño? Perro tú, hombre yo, nos hermanábamos en la atávica contemplación del fuego. Hipnotizados por las llamas nos dormíamos, yo en mi sillón, a mis pies tú, y soñábamos sueños que no recordaríamos después al despertar.

Ahora estoy solo frente a la chimenea. La leña es de manzano, y al arder despide un vago olor a poma. Evoco el huerto florecido, y me parece verte en él.

Tú, que fuiste todo bondad –es decir que fuiste todo perro- quizá me estás mirando en este instante. Revives nuestras horas frente al fuego y me sueñas con el tranquilo sueño que ahora sueñas.

Sigue soñando, Terry. Yo también sigo soñando. Algún día soñaremos juntos otra vez, y todo volverá a ser como antes. Siempre todo vuelve a ser como antes.
¡Hasta mañana!...