Mirador 02/11/2015

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Mirador 02/11/2015

Hay en el cementerio de Ábrego una tumba.

Para el que no sabe ver las tumbas son imagen de la muerte. Para el que no sabe oír hablan del final.

Y sin embargo al lado de esa tumba creció un álamo de los que aquí llaman “estrella” por la forma de sus hojas y por el color de plata de su envés. En ese árbol se escucha, al despuntar el alba y en las tardes, el canto de los pájaros, y en cada rama suya se ve un nido, promesa de la vida.

Quizá hago mucha fuerza a la imaginación, pero gusto de pensar que las hojas de ese árbol son ojos que me miran: los ojos de aquellos que se fueron y que siguen aquí con la presencia que el recuerdo da. A la vida sigue siempre la muerte. “Es ley de vida”, suele decir la gente. ¿Por qué no dice: “Es ley de muerte”? Porque presiente que así como después de la vida viene la muerte, después de la muerte seguirá la vida. Nos lo dice esta tumba en su silencio. Nos lo dice este árbol con sus nidos.

¡Hasta mañana!...