Mirador 01-01-2016
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Mirador 01-01-2016
Margo, mi amiga intelectual, se rió de mí cuando le dije que acostumbro rezar el rosario la Nochebuena, y que cada primer día de mes recito la oración de la Divina Providencia.
Como me conoce bien exclamó divertida:
—¡Tú rezando!
Margo cuida ella sola a su papá, anciano señor que ya casi no ve ni oye. Lo baña, lo viste, le lee el periódico y un libro, le da de comer en la boca y lo saca a tomar el sol en el jardín. También aguanta sin quejarse el mal genio del viejo, y sus regaños.
—A veces —me dice—, pierdo la paciencia y me enojo. Pero luego me pregunto: “¿Y contra quién estoy luchando?”. Entonces vuelvo a la tarea. Cuidaré a mi papá hasta el último día de su vida.
Mariana, mi amiga intelectual, dice que no acostumbra rezar. Se burla de mí porque rezo. Y se molesta cuando le digo que, aunque no lo sabe, ella reza más y mejor que yo.
¡Hasta mañana!...