Miguel “Big Brother” Riquelme

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Miguel “Big Brother” Riquelme

¿Usted se sentiría cómodo si Miguel Riquelme le observa desde un monitor vinculado a una cámara de video vigilancia cuando transita por la vía pública en seis municipios de Coahuila?

Claro: él no estaría sentado en horario de oficina, detrás de la pantalla, comiendo donas y tomando café. Pero de consumarse la iniciativa revelada por el mismo Gobernador esta semana, a su disposición tendría mil 100 ‘ojos’ digitales colocados en puntos estratégicos de las ciudades (400 en Saltillo, 400 en Torreón y el resto en Piedras Negras, Ciudad Acuña, Monclova y Sabinas), y un software para magnificar y manipular la información obtenida con ellos (vehículos y placas, sí, aunque también tecnología de reconocimiento facial). Algoritmos de inteligencia artificial para la supuesta investigación y persecución de delitos.

El proyecto contempla tener acceso a las fotografías de Plataforma México de la Comisión Nacional de Seguridad y, lo más inquietante del asunto, a la base de datos de las licencias de conducir. Al respecto cabe señalar que la Secretaría de Infraestructura, Desarrollo Urbano y Movilidad encargó en 2018 la emisión del documento a la empresa “Cosmocolor S.A. de C.V.”, de Jorge Kahwagi Gastine, y para renovarlo actualmente se requiere dejar las huellas de los 10 dedos de las manos, iris del ojo, CURP, comprobante de domicilio, acta de nacimiento y credencial para votar.

Si usted tramitó el plástico –probablemente aprovechando el descuento del Buen Fin, en noviembre del año pasado- sepa que dicho particular tiene vía libre a sus datos personales que por ley deberían estar protegidos.

Además Gobierno del Estado buscaría un convenio con el Instituto Nacional Electoral para que éste permita cotejar los rostros obtenidos a través de la lente, con su padrón (es ilegal hacerlo, pero creo nadie les ha informado). No sólo eso, a centros comerciales y negocios de la entidad que cuentan con circuito cerrado pediría enlacen su sistema con el C4, y a los Ayuntamientos lo mismo con sus cámaras urbanas a fin de maximizar la tecnología.

El plan de Riquelme implica firmar un contrato por cinco años de servicio con la empresa Dahua, de China. Es decir, por lo que resta de la administración estatal, en caso de concluirla. Y considerando que tardarían de seis a nueve meses en instalar los equipos, en 2020 iniciaría su funcionamiento que costaría, sin licitar, alrededor de 600 millones de pesos.

Así, su principal oferta de campaña, la seguridad, acabaría convertida en un panóptico de Bentham y seríamos, pues, “el primer estado del País en acceder a esta nueva modalidad de vigilancia”. Pero lo anterior no es motivo de orgullo. Por el contrario, otra vez nos usarían de conejillo de indias. Como laboratorio. Lo hemos sido en el ámbito electoral, hacendario, ambiental y ahora lo seríamos en seguridad.

Para dimensionar: pasar varias veces por el mismo lugar te convertiría en sospechoso potencial. El aspecto físico es otra variable a tomar en cuenta.

El que nada debe nada teme, se dirá en defensa del método.

No obstante, el miedo -fundado, o infundido- no debería reducir nuestra esfera personal. La idea de entregar privacidad a cambio de seguridad conculca derechos. El estado debe garantizar ambas: privacidad y seguridad, no sólo una.

Por lo demás, el acopio de datos debe tener límites y alcances, lineamientos, criterios de operación y, especialmente, monitoreo. ¿Quién vigila al que vigila? ¿Existiría un plazo para conservar la información recopilada? ¿Reproducirían esas imágenes en medios masivos de comunicación?

Y como no dirían la ubicación de las cámaras, alegando reservas por seguridad pública, siempre habría la tentación de usarlas para espionaje a adversarios políticos, grupos de presión, defensores de derechos humanos, periodistas, activistas y cualquier ciudadano incómodo al poder en turno. ¿Se imagina usted?

CORTITA Y AL PIE

En el estado ya se manipula la opinión pública, y ahora se practicaría la vigilancia masiva. No es ocioso recordar que, ése camino, conduce a la represión política y social propia de regímenes totalitarios como el País asiático que vendería la tecnología.

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS

Una herramienta poderosa, en las manos equivocadas, se vuelve peligrosa. Sin embargo no he leído ni escuchado voces que se opongan públicamente, o siquiera cuestionen el tema. Hablo de partidos políticos, empresarios y organizaciones civiles que presuntamente fungen de contrapeso.

Gracias a la simulación, en Coahuila ya parecemos una novela distópica de Saramago; ahora, gracias al Gran Hermano, estamos en vías de ser una novela distópica de Orwell: 1984, pero en 2019.

@luiscarlosplata