Migrantes en Saltillo

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Migrantes en Saltillo

La oleada de migrantes que vemos no la hubiéramos esperado hace meses. Tenemos más de 15 años sabiendo que pasan por Saltillo muchos de ellos. Venían subidos en la Bestia –como llaman al ferrocarril– arriesgando la vida. ¿Cómo estarían en su propio país para que se lanzaran a atravesar una nación enorme sin medir los peligros?

Esto no es comprensible racionalmente, excepto si conociéramos la situación de sus países en Centroamérica. ¿Por qué piensa usted que los africanos se suben a barcas y lanchones y se lanzan a atravesar nada menos que el Mediterráneo? Los de acá van en busca del “sueño americano”, allá van tras un salario en la Unión Europea. Los norteamericanos maltratan a los de aquí, los europeos a los de África. Hay que anotar la política de la canciller alemana Angela Merkel, que impuso a su país la recepción de cientos de miles de migrantes, en especial sirios, pero también africanos. España tuvo un tímido apoyo. Italia un rechazo casi criminal (pretendieron empujar sus barcazas al mar). Países del Este que otrora fueron comunistas rechazaron con fiereza a los sirios, como la República Checa y Hungría. Los húngaros son, sin duda, los más inhumanos. Gastaron millones en montar “muros” de alambre para que ni siquiera tocaran su país (ya olvidaron cuando buscaban refugio entre sus vecinos).

Desvío su atención sobre la antiquísima tradición de acoger al peregrino. La religión judía tiene sus inicios en la comida que Abraham organizó a tres viajeros. Les lavó los pies, mató un cordero y los atendió. Antes de seguir su marcha dijeron a su anfitrión que tendría un hijo. Su esposa Sara se rió porque ambos eran muy viejos (de ahí el nombre Isaac, “niño de la risa”). Gracias a esa recepción cambió la historia, al menos para los creyentes. Algo parecido sucedió con Edipo, quien fue recibido por dos ancianos que lo educaron como hijo. Viví esa experiencia en la comunidad Veracruz, municipio de Las Margaritas, Chiapas: estaba en casa de Marcelino, tojolabal, cuando llegaron unos jóvenes pagados para sacarme y golpearme. Salió y les dijo que yo era su visita, por tanto, era sagrado. Lo que deseo expresar es que recibir caminantes es una tradición mundial que tiene implicaciones de orden simbólico, más que de legalidad.

Dígase lo que se diga contra la Iglesia Católica, es la que ha encabezado, al menos en Coahuila, la recepción, el apoyo, la defensa y la alimentación de los migrantes. Al principio acogían a mexicanos que regresaban expulsados de Estados Unidos, luego los que venían del sur hacia el vecino país. Sacerdotes sin experiencia previa crearon casas del migrante en Acuña, en Piedras Negras y luego en Saltillo. Al poco tiempo los centroamericanos sabían que existía Saltillo y que en tal lugar debían saltar de la Bestia y ahí los recibirían. Lo cual resulta sorprendente. Nada más en Belén Casa del Migrante, organizada en sus inicios por el padre Pantoja, han pasado, reposado y regresado a la Bestia para ir al sueño americano cientos de miles.

Que Donald Trump tenga una política racista contra mexicanos y centroamericanos podemos entenderlo, pero resulta misterioso que en Saltillo se hayan concertado los tres grados de organización del Estado mexicano para atacar Belén: que se pongan de acuerdo el municipio, el estado y la federación para perseguir migrantes que están protegidos por leyes internacionales es algo insólito. Lo digo porque ahí viven refugiados que están protegidos por la ONU. ¿Cómo se atreven a intentar un asalto a ese refugio?

He dicho que López Obrador cometió un error al no medir las consecuencias de fomentar el ingreso de cientos de miles de migrantes. Eso ya pasó. Ahora hay que entrarle. Y dejando de lado los problemas políticos, económicos, de salud y otros, lo importante es el regreso al concepto de recepción. Debo señalar que Chema Fraustro acaba de declarar que no se volverá a atacar Belén.

Para judíos, cristianos y musulmanes la “historia de la salvación” inició cuando un viejito camellero socorrió a tres caminantes. Pero, sin religión de por medio, acoger al peregrino es un acto de civilidad, nada más. Veo con asombro que a los hondureños que piden ayuda para seguir su viaje a Estados Unidos muchísima gente de Saltillo les da dinero y les desea buen viaje.