Migración, el fenómeno no se detendrá

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Migración, el fenómeno no se detendrá

El pasado jueves acudí a la posada del Peregrino, en Torreón, en búsqueda de historias, testimonios y opiniones sobre el acuerdo del gobierno estadounidense y el mexicano para endurecer la seguridad en la frontera sur mexicana.

Las opiniones en medios suelen ser de aquellos intelectuales, políticos, funcionarios y todólogos. Quería palpar, otra vez, el sentir de los centroamericanos, de quienes pasan hambre en su travesía, quienes duermen en “La Bestia” o en aceras de ciudades que no conocen, que malcomen, que sufren lesiones, robos y extorsiones.

Unas horas antes de que llegara, un grupo de 11 migrantes de Honduras y El Salvador habían arribado a la posada, ubicada a las espaldas de la central de autobuses.

Eran jóvenes, treintañeros, cuarentones y cincuentones. Un par de mujeres. La mayoría era la primera vez que salían de su país. El detonante de su éxodo es conocido: la inseguridad y la violencia, el acecho de las pandillas; la pobreza y falta de empleo, fue el símil entre las respuestas para su salida.

Immanuel Wallerstein, sociólogo y teórico del análisis sistema mundo, dice sobre la migración internacional que se manifiesta como una de las formas más explosivas del proceso de desorganización y crisis del sistema-mundo moderno/colonial, porque entre otras cosas, ha comprometido las fuerzas centrífugas inherentes a la crisis estructural.

Lo desafortunado es que, pese a que se conocen las causas de migración, no se ataca el problema de raíz.

Una vez más, el gobierno estadounidense le acaba de endosar el trabajo migratorio a México, es decir, como lo prometió el presidente Donald Trump en campaña: que México pagaría por el muro. Parece que así será, como en su momento lo fue el Programa Frontera Sur: Estados Unidos declaró en 2014 una crisis humanitaria por el alto volumen de migración centroamericana y el entonces presidente Enrique Peña Nieto anunció el programa y la formación de la Coordinación de Atención Integral de la Migración en la Frontera Sur, cuyo objetivo era lograr estabilidad y gobernabilidad en la zona.

La contención y deportación se intensificó. Pese que uno de los propósitos era garantizar la no violación de los derechos humanos, distintos organismos civiles documentaron que los constantes operativos de aseguramiento provocaron un incremento en las violación de éstos. Además, el programa y operativos criminalizaron a los migrantes pues, como refirió el Observatorio de Legislación y Política Migratoria del Colegio de la Frontera Norte y la Comisión Nacional de Derechos Humanos, “a la migración indocumentada se le persigue, se le detiene y se le deporta sin consideraciones respecto a la vulnerabilidad de la población”.

Vuelvo a la Posada del Peregrino. Allí encontré a Javier Alexander Vargas, de 36 años, y a su esposa Nancy Orellana, de 24 años. Ambos dejaron en Honduras a sus hijos de 10 y 4 años. “No hay dinero para comer, menos para pagar un secuestro de un familiar. Toda la delincuencia es producto de que no hay trabajo, la gente se dedica a delinquir”, me dijo Javier.

Andoni, de 20 años, es la segunda vez que emprende una diáspora. Salió cuando tenía 15 años. Estuvo dos años en Houston, hasta que lo deportaron a Honduras. Allí la mafia comenzó a acecharlo y optó por huir. Trabajó en Monterrey una semana y ahora va rumbo a Piedras Negras.

Óscar Mateo, 52 años, y su hijo Manuel, 16 años, llevan más de un mes viajando desde Honduras. “Los maras amenazaron a mi hijo, que si no se unía a las filas lo iban a matar, me lo liquidaban”, me contó Óscar. La misma historia: optaron por migrar.

José Bolaño, 37 años y originario de El Salvador, me aseguró que pasó casi caminando la frontera con México. A la entrada le robaron, pero sabía que se atenía a eso.

AL TIRO

Ni 6 mil elementos de la Guardia Nacional convertidos ahora en patrulla fronteriza, ni un muro, ni nada. La migración seguirá. Aumentarán las detenciones y deportaciones, seguro que sí. Pero el fenómeno continuará hasta que se ataque el problema de raíz. Para muestra, los siguientes testimonios recabados en la posada de El Peregrino:

Javier, de Honduras: “Nos podrán poner trabas, pero nosotros venimos a trabajar. Si tengo una oferta de trabajo, trabajo”.

José, de El Salvador: “Sabemos que hay leyes, pero eso no va a impedir que entre la gente, siempre hay formas para entrar. Yo entré muy fácil”.

Andoni, de Honduras: “Siempre vamos a tratar de cruzar, a la fuerza o como sea. Hay mucha gente que apenas sobrevive en Honduras. No lo van a impedir”.

Óscar, de Honduras: “Es un poco fregado, pasamos gente con necesidad y gente que busca la manera de tener mejor vida. La pobreza es fregada”.

Como señala el sociólogo Wallerstein: “La construcción de muros en la frontera contribuye a magnificar las desigualdades. Estos muros, al extenderse solamente a una fracción de la frontera común, no sellan la línea ni pueden evitar que los migrantes sigan ingresando a Estados Unidos”.