¡Mi tío! El grito con el que saludaba a don Toño Ruiz en la redacción de Vanguardia

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¡Mi tío! El grito con el que saludaba a don Toño Ruiz en la redacción de Vanguardia

Antonio Ruiz, "don Toño", decano de los reporteros de VANGUARDIA. (Foto: archivo)
El decano de los reporteros de VANGUARDIA se nos ha ido. Todos tenemos alguna anécdota que contar de nuestra convivencia con él. Aquí una de las que, cuando la recuerdo, siempre me hace reír

Llegué a VANGUARDIA, por vez primera, en el verano de 2001. Pocos de los que integraban en aquel momento su redacción siguen allí. Uno de ellos era, hasta hoy, don Toño, a quien no hacía falta agregar apellido alguno para saber de quién estábamos hablando.

Una de las primeras cosas que se notaban en aquel entonces era la camaradería y el tono jocoso que envolvía cotidianamente el trabajo en conjunto. La internet aún no era el vehículo fundamental para la comunicación, así que el tiempo de convivencia era mucho más largo y, sobre todo, predecible: a partir de las 2 de la tarde ahí estábamos todos, al menos una parte del tiempo.

Algunos lugares comunes dominaban las bromas en la redacción. Uno de ellos era el grito de ¡Lucio!, que retumbaba en la amplia sala en cuanto alguien veía a cualquier compañero (o compañera) permanecer “demasiado tiempo” conversando con un integrante del sexo opuesto.

...ante el grito de ¡Lucio!, don Toño, con esa su sonrisa siempre a flor de piel, volteaba a ver al autor de la invectiva y decía, con la mayor naturalidad del mundo: 'es mi sobrinita'"

La razón del grito, me explicaron pronto, era que así se apellidaba un ex integrante del equipo de foto mecánica, particularmente casquivano y quien era conocido (y envidiado, según se podía ver) por su éxito con las damas… de la redacción.

De cuando en cuando, el grito de ¡Lucio! era espetado en dirección a don Toño, reconocido por su proclividad a realizar escalas en el espacio de trabajo de las reporteras, diseñadoras, editoras y secretarias… sobre todo de las más jóvenes.

Don Toño sabía que le gritaban a él y entonces, con esa su sonrisa siempre a flor de piel, volteaba a ver al autor de la invectiva y decía, con la mayor naturalidad: “es mi sobrinita”.

No es que se propusiera emular al Tío Gamboín, pero a fuerza de repetir aquella explicación, don Toño terminó convertido en tío de algunos de los integrantes de la redacción.

¡Hasta siempre, mi tío!