Mi nieta y la equidad de género

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Mi nieta y la equidad de género

La mujer sigue siendo relegada en algunos campos de actuación laboral, percibiendo menos que los varones y ocupando sus mismos puestos

“No sé cómo te llamarás/ ¿lluvia, brisa, rocío, luna?/ Pero serás naturaleza pura./ Finalmente tendrás el nombre con el que tu madre soñó desde que habitas su vientre./ Al respirar y abrir los ojos despertarás, –como millones antes–/ a tu primer día sobre la Tierra./ ¿Qué encontrarás a tu llegada?/ Las crisis de la humanidad: alimentaria, hídrica, energética./ Pero encontrarás también el amor de tus mayores/ y crecerás haciéndote preguntas sobre tu destino/ hasta que te enamores y se repita el ciclo”.

Hace un par de años en un encuentro que tuvieron en Bustamante, Nuevo León, para recibir la Medalla Xicoténcatl, el insigne historiador Israel Cavazos Garza y el no menos prestigiado don Armando Fuentes Aguirre, el primero le preguntó al segundo al ver un grupo numeroso de niños: con tanto pequeño, ¿cuándo se va a acabar el mundo?

Cuando empezamos a ser padres vivimos un ejercicio del conocimiento cotidiano con nuestros descendientes porque no sabemos cómo debemos cuidarlos, educarlos y guiarlos. Luego de una amplia curva de aprendizaje los hijos siguen contando en nuestras preocupaciones, –también cotidianas–, por su estado de salud física y espiritual.

Mis octogenarios padres siguen preocupándose por mi persona –imaginen ustedes– y me ofrecen muestras de su amor con palabras y con hechos, situación que me sorprende. Pero desde que me enteré que mi hijo mayor y su esposa iban a tener una hija y que entonces sería abuelo por primera vez, muchas reflexiones llegaron a mi cabeza.

Simple y llanamente los ciclos se cumplen y eso es extraordinario. Y me pregunto: ¿qué es lo que ofrece México a las niñas y los niños en materia de seguridad? ¿Qué garantías existen para que la educación no solamente sea laica y gratuita sino que también promueva el pensamiento crítico?

Sobre una barda citadina leí ayer la frase “Educar a una hija es educar a la humanidad”, lo que representa un paradigma potente porque sabemos que a través de las madres se educa mayormente a los hijos en temas de integridad, buenas costumbres y respeto a los demás.

Es la madre la que regularmente enseña a tomar la cuchara y luego el tenedor y el cuchillo a sus pequeños. Y hoy día hay madres que desempeñan un trabajo formal adicional al de su hogar, lo que las convierte casi en heroínas.

Sin embargo, la mujer sigue siendo relegada profesionalmente en algunos campos de actuación laboral, percibiendo menos que los varones y ocupando sus mismos puestos. Pocas empresas tienen políticas que apoyen a las mujeres en el proceso de maternidad más allá de lo que dicta la ley.

Qué tan desigual es el trato para hombres y mujeres –a favor de los primeros–, que uno de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas es la equidad de género.

He escrito el poema “Zapatillas color de rosa” para ese nuevo ser que esperamos con tanta impaciencia en mi familia. Un fragmento lo compartí al principio de este texto y otro fragmento lo compartiré enseguida para los que no son abuelos y para los que ya lo son.

“Te veré pronto, y aunque no sepa cómo te llamarás/ serás mi nieta y cuando nos reconozcamos/ sabremos que ya nos habíamos amado./ Y con tus zapatillas color de rosa viajarás por universos siempre nuevos dejando tu huella maravillosa./ Duerme mientras tanto que a tu llegada el sol te recibirá resplandeciente./ Los duendes y las azucenas, las hadas y los nardos/ acompañarán tu despertar…”