Mi lista de cumpleaños
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Mi lista de cumpleaños
Decía el buen Don Quijote que “de gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe” y creo que ningún día se presenta más al caso para ejercitar la gratitud que el aniversario de tu nacimiento. Y aunque no es del todo evangélico volver la vista atrás para mirar el pasado, en ocasiones creo que hasta Cristo mismo cerraría un poco los ojos y, sonriendo, dejaría hacer. Por eso en este artículo de hoy, quisiera repasar con todos ustedes una lista de aquellas cosas que Dios me ha regalado y por las que invito a todos a darle gracias junto conmigo. Lo hago cada cumpleaños. ¿Me acompañan?
- Te agradezco, Señor, por el don de la vida., poder respirar cada mañana, ser "alguien". Éste es el don mayor, el de mi existencia, y que muchas veces doy por descontado, cuando no lo es. Permite que mis pasos sigan tu camino y que mi existencia sea un buen reflejo de tu amor.
- Mil gracias, Señor, por el don de la fe, que me permite caminar con pie firme en medio de un mundo de sombras y sufrimientos. ¿Qué sería de mi vida sin ella? Gracias a la firme convicción, puedo sonreír cada mañana y mi razón se abre a un universo de posibilidades que, sola, sería incapaz de dislumbrar.
- Mi sacerdocio... ¡sin palabras! Después de mi existencia y mi bautismo es el mayor don que he recibido. ¡Tenerte a ti en mis manos pecadoras e indignas! ¡Poder perdonar los pecados! Las palabras sobran y se confunden al querer expresar lo que un corazón sacerdotal intenta revelar. Gracias por dejarme ser Otro Tú.
- Gracias por la Iglesia, mi Madre, mi Maestra. Ella es el universo de mi existencia, el cofre que guarda muchos tesoros de mi vida: la presencia materna de María, la amistad y ejemplo de tantos santos, los sacramentos, la figura paterna del Papa, la hermandad con tantos sacerdotes, etcétera.
- ¿Cómo no agradecerte por mi familia? Cada uno de ellos es un poema de amor dedicado con tu puño y letra para mí. Han sido uno de los grandes apoyos de mi vida y los amo profundamente. Ojalá, Señor, que los sigas manteniendo muy unidos a Ti, fuente única de la felicidad.
- La Legión de Cristo y el Movimiento Regnum Christi han sido mi segunda familia y por eso te doy gracias por ellos. Ahí he profundizado mi amistad contigo, te he conocido aún más. Y a pesar de los momentos tan difíciles de su existencia, sigo amándolos y quiero tomar este tesoro que tú me confías, para que pueda salir adelante y ser una auténtica obra tuya al servicio de los demás.
- Gracias, buen Jesús, por los miles de amigos que me has regalado en mi vida, y de manera particular los encontrados, durante estos últimos tres años, en esta ciudad saltillense. Su apoyo, su cariño y cercanía son oasis de tu amor en el desierto de un mundo indiferente a la misión del sacerdote. Enumerarlos sería imposible. Ellos saben muy bien que todos están en mi corazón y que cada día rezo por ellos.
- Te doy gracias por mis cualidades, pequeñas y míseras, pero que con tu fuerza pueden ser instrumentos para acercar a más personas a Ti. ¡Qué insondable misterio ser instrumento tuyo, Señor!
- Te agradezco con todo mi corazón por mis defectos y mis debilidades, pues me ayudan a ser más humilde, a darme cuenta que no soy nada sin Ti y a amarte cada vez con más locura cuando me pongo de rodillas para pedirte perdón. Sin mis caídas no valoraría tanto tu misericordia.
- Gracias por los momentos de paz y gozo de mi vida, esas páginas del libro en las que deseamos que el tiempo se detenga: ellas me han ayudado a dislumbrar tu amor y me han hecho entrever un poco lo que será el cielo.
- Gracias por mis lágrimas de dolor, por las cruces (pequeñas y grandes) que has permitido en mi camino. He podido apreciar en ellas una oportunidad para unirme a Ti en la cruz y ofrecerte algo de sufrimiento por todos los hombres. Después de todo, Señor, el sacerdote se configura con Cristo Crucificado y qué mejor forma de redimir la humanidad contigo que en la cruz. ¡De verdad, Señor, mil gracias!
- Y, en fin, Señor, te agradezco aquello que engloba todo lo anterior: por considerarme tu Amigo, por tu amor. ¿Quién soy yo, mi Dios, para que te acuerdes de mí? ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
En fin, Jesús, como en cada aniversario de mi nacimiento quisiera ofrecerte una vez más mi vida; tómala y haz de ella lo que quieras. Eso sí, te pido que, pase lo que pase, nunca me niegues tu amor y tu apoyo. Ellos son la razón de mi existir. Gracias a ellos, hoy también, puedo cantar un "Feliz Cumpleaños" -contigo- pues toda existencia humana sólo puede celebrarse bajo el amparo de la mirada amorosa de un Dios que es la Vida.