Mi gurú George Lucas

Usted está aquí

Mi gurú George Lucas

A los 10 años ya era un cinéfilo asiduo a las funciones de matineé de los domingos, en las que teníamos opciones desde películas mexicanas de “El Santo y Capulina”, hasta superproducciones como “King Kong”.

 A veces, las escapadas al cine con mis papás y mi hermana nos llevaban hasta la vecina ciudad de Monterrey, a donde, como sigue siendo costumbre, se reservan algunos estrenos nacionales en relación al resto de las ciudades del país, y no se me va a olvidar que un buen día de 1977 acudimos a las salas del Cinema Cuauhtémoc 70, donde mi vida como muy joven cinéfilo y cineasta en potencia cambiaría para siempre.

 El viaje de aquella inolvidable montaña rusa de emociones, propiciada por la imaginación de George Lucas, se iniciaba desde que las luces del cine se apagaban para después de leer en la pantalla grande el epígrafe de “Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”, acompañado de la gloriosa música del maestro John Williams y antecediendo a una inmensa nave entrando a cuadro, antes de ver a Darth Vader sometiendo a sus poderes a la Princesa Leia. Aquello representó el llamado a mi vocación de entonces en adelante.

 Para esto, el Alfredo de aquel entonces ya escribía cuentos, pero ver “La Guerra de las Galaxias”, y ser receptor del subsecuente bombardeo de mercadotecnia que detonó, sólo ocasionó que mis nuevas historias tuvieran ya a sus primeros actores en las figuras de acción de Luke Skywalker, Han Solo, Darth Vader, Ben Kenobi, Chewbaca y hasta la Princesa Leia, porque aunque la figura de Leia era propiedad de mi hermana Sandra, se necesitaba la obligada “damisela en apuros” con la que todos los involucrados, buenos y malos, tenían que convivir para generar el conflicto que gestaría cada nueva aventura.

 A falta de una cámara de cine que captara todos aquellos juegos, las historias de las figuras de acción en los terrenos de la casa familiar si bien no se quedaron impresas en cintas de super 8, sí lo hicieron en mi memoria, ya que propiciaron la creación de los primeros cuadros cinematográficos que se materializaban en mi cabeza.

 En 1983 terminó la primera trilogía de “La Guerra de las Galaxias” con “El Regreso del Jedi” y el final de la saga, hasta donde sabíamos entonces. El Alfredo niño se convirtió en un Alfredo adolescente que para mediados de los años 80, cuando terminó la preparatoria, no dudó ni por un instante que el trabajo que quería desempeñar por el resto de su vida era el de contar de historias a través del cine. Por eso tomó de inmediato la oportunidad que le ofrecieron sus padres de estudiar la carrera de comunicación en el Tecnológico de Monterrey, donde tuvo la oportunidad de filmar un anhelado primer cortometraje, ya no tanto en 8 mm, sino en un formato semiprofesional de 16 mm.
 Irónicamente, el nuevo cineasta que se había nutrido del imaginario de George Lucas y su desfile de personajes, ya había conocido hasta ese punto trabajos de mexicanos como “El Lugar sin Límites”, que el maestro Arturo Ripstein fue a proyectar a mi Alma Mater en ocasión de la inauguración del Centro de Proyectos Cinematográficos (poco antes de que filmáramos en uno de sus sets el cortometraje); de los de españoles, como el mentor de Ripstein en su respectivo oficio, el genial Luis Buñuel o de ingleses como  Alfred Hitchcock; de norteamericanos como Orson Welles o de italianos como Michelangelo Antonioni, que a su vez fueron influencia directa si no para el mismo Lucas sí para contemporáneos suyos como Steven Spielberg, con quien hizo su respectiva mancuerna de aventuras de “Indiana Jones”, por ejemplo.

 Pero volviendo a ese que fue mi primer cortometraje titulado “El Encuentro”, en el que actuó como un solo personaje mi amigo, tocayo y paisano Alfredo Huereca, tuvo en su persona más a un protagonista de una historia de Hitchcock que de Lucas. Pero ese motor que echó a andar aquel gurú con sus relatos intergalácticos, representó en mí el despertar de una pasión por contar historias que se mantiene a la fecha. Gracias totales, George Lucas… y que tu fuerza nos siga acompañando.