Mi encuentro con Carlos Fuentes

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Mi encuentro con Carlos Fuentes

En algunas reuniones, así como sin desearlo, como si fuera un episodio normal, he deslizado el comentario de que hace casi veinticinco años, me pude reunir con el escritor mexicano Carlos Fuentes. Lo conocí en casa de Oscar Pimentel, entonces secretario de Educación Pública del estado. Fuentes visitaba Saltillo para dar una conferencia a jóvenes en el teatro de la ciudad, a quienes leyó un emotivo y simpático texto que los emocionó y quienes aplaudieron sin parar. De un excelente humor, el maestro Fuentes sonrío todo el tiempo y hasta se dio tiempo de firmar libros y tomarse fotos con los asistentes y contestar preguntas en el auditorio.

Se dejaba querer y creo que estaba en un excelente momento de su vida. Sagaz, ágil, sencillo y divirtiéndose del culto que le rendíamos muchos. Ya por la noche, se le organizó una cena con empresarios, políticos, intelectuales, escritores, periodistas… y yo. El encuentro fue cortísimo –dos minutos– y no alcance a cruzar más que algunas frases con él. No sucedió nada extraordinario, no me dio una palmada en el hombro, no me reveló los secretos para ser un escritor de éxito internacional, ni tampoco charlamos de literatura latinoamericana. Era 1997 y el encuentro brevísimo en el que no ocurrió nada, fue para mí una ocasión magnánima de la que guardo una fotografía junto al autor de “Aura”.

Fuentes llegó esa noche impecablemente vestido. Usaba un traje oscuro y corbata magnífica. Era dueño del momento, colmado de autosuficiencia de quien se sabe el centro del universo. Cuando lo vi llegar empezaron mis problemas pues yo vestía un traje gris de corte cruzado, comprado con toda seguridad en un automercado y usaba una camisa azul chillante con una corbata espantosa. No me amilané y me fui a mi mesa. Pimentel ya dedicado desde entonces a su oficio de agradar a los “pezzonovantes”, en ese caso a los de Saltillo, lo sentó con empresarios que no tenían idea de quién era Fuentes y de leerlo qué les puedo decir. Antes de iniciar la cena, alguien dio unas palabras de bienvenida y al terminar, quienes quisimos nos pudimos acercar a platicar con él.

Y sí, durante dos eternos minutos pude conversar con Carlos Fuentes, el conferencista y orador público, el profesor de Universidades como Cambridge en Inglaterra y Harvard y Princeton en los Estados Unidos. 25 años después, creo que forma parte de mi imaginación haberle preguntado sobre su obra. No sé si sucedió o lo he recreado con el tiempo, haberle preguntado de su novela “La Región Más Transparente” o “La Muerte de Artemio Cruz” ni de la adaptación del guión para la película “El Gallo de Oro” que hizo junto a su amigo, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, que por cierto años antes también había visitado Saltillo acompañando a Carlos Salinas de Gortari en una gira de trabajo y cuya presencia casi pasa desapercibida, si no fuera porque en el templete lo reconoció el periodista Alfredo Dávila y gracias a que al siguiente día, su foto apareciera en primera plana de un periódico local que en ese tiempo dirigía mi madre.

Pero volviendo a la cena y a nuestro encuentro, creo que Fuentes jamás me contó dónde ni como escribió “Terra Nostra” ni “Gringo Viejo”, que luego fue adaptada al cine con una película de regular a mediocre protagonizada por Gregory Peck y Jane Fonda. Tampoco sobre Diana o la cazadora solitaria ni mucho menos hubo tiempo sobre la muy larga novela “Los Años con Laura Díaz”.

Lo que sí recuerdo, es que yo terminé extasiado tras aquel encuentro, que para mí fue como si me acabaran de entregar el Premio Nobel de Literatura. Me dolió mucho su muerte ocurrida un día como hoy, pero del año 2012 y por eso, muchos años después, durante una tarde gris, llevé a mis hijos a visitar su tumba en el panteón de Montparnasse en París, donde sus cenizas esperaban reunirse a las de sus hijos Carlos y Natasha y donde están también los restos de Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Samuel Beckett y su amigo Julio Cortázar.

Llovía durante esa tarde parisina y lleno de nostalgia, les conté a mis hijos Sofía Amaranta, Rodrigo y Regina y al amor de mi vida, que no olvidaran jamás que yo había charlado con Carlos Fuentes… aunque fuera por dos minutos.

@marcosduranf