México pobre, México rico

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México pobre, México rico

Para quien quiere verlo, desde hace más de tres décadas es claro el hecho de que México transitó de una sociedad rural a una mayoritariamente urbana, aunque dispersa en una gran cantidad de pequeñas comunidades rurales que apenas sobreviven sumidas en una ignominiosa pobreza, sin seguridad social para la salud y con muy escasa y mala educación.

El incremento de la urbanización de la sociedad mexicana trajo consigo desafíos y  en aquellos años comenzó a visualizarse que el crecimiento económico debería ser reencauzado e igualmente, promover el cambio político e intelectual de acuerdo a las transformaciones de la estructura social predominante, lo cual a su vez, implicaba impulsar la redistribución de la riqueza y el ingreso, lo cual no ocurrió porque la clase política y los poderosos grupos de económicos optaron por la ruta de los ajustes estructurales que han conducido al país a extremos de injusticia social, desprotección y violencia  insufribles para enormes sectores de la sociedad.
Sin embargo, estos perversos fenómenos aún no incitan a emprender esfuerzos vigorosos para acometerlos, se habla de ellos pero se hace poco o nada para reducirlos. 

Los niveles de pobreza disminuyen según las cifras del Coneval, pero se mantienen enormes contingentes acosados por la vulnerabilidad que refleja carencias sociales básicas; el acceso no garantizado a la salud pública, a la educación media y superior, la vivienda, la calidad y espacios en ésta y el acceso a la alimentación, afectan persistentemente a más del 50 por ciento de nuestra población e indican que menos del 50 restante, sólo el 20 por ciento puede considerarse que no es pobre ni vulnerable a las carencias aludidas, la pobreza se ha convertido en un fenómeno estrechamente vinculado a la desigualdad.

El presidente Peña Nieto insiste en difundir como uno de los grandes logros de su gobierno el crecimiento sin precedentes del empleo, asegurando que en lo que va de su sexenio se han generado 3.2 millones de empleos y se espera, dijo que al terminar su gobierno se alcanzarán más de 4 millones, omite aclarar que este país requiere cada año más de un millón de empleos, así que en un sexenio habría que generar más de 6 millones y su administración no cubrirá la cifra y hay que agregar que se trata de empleo sumamente precario, de un máximo de 3 salarios mínimos con lo que no vive una familia.

Con todo el optimismo presidencial no se alcanza a cubrir la brecha laboral  compuesta por desempleados, subempleados, empleados mal pagados y los no empleados pero disponibles (Rolando Cordera).

Por otro lado, para desgracia de los trabajadores mexicanos ya no cuentan con sindicatos, éstos  han pasado a ser empresas de los líderes sindicales que firman contratos de protección con las grandes industrias automotrices o electrónicas y aquí no tenemos un Estado que regule las relaciones laborales, al contrario es uno que está siempre de lado de los empresarios. 

El panorama que presenta el empleo y el desempleo, la desigualdad y la pobreza  explica en gran medida el freno que el gobierno y los grandes y pequeños empresarios han aplicado al mercado interno, salvo pequeños estratos de la población tienen capacidad de consumo pero ellos no pueden mover a la economía y si el consumo interno no crece seguiremos enfrentando grandes problemas de ahí que el crecimiento del mercado interno debiera ser considerado como un problema de estrategia y político, además de una prioridad.

La democracia ignora estas huellas estructurales de la desigualdad, la pobreza y el desempleo y en vez de remediarlas, al estilo Trump, construye muros que las hacen invisibles y promueve la insensibilidad social ante la desigualdad y el empobrecimiento.
La hora de la igualdad proclamada en 2010 por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) tiene en este inventario su poderosa barrera. 

@RosaEstherBeltr