México, país de oportunidades... para los corruptos: Italiano radicado en Saltillo
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México, país de oportunidades... para los corruptos: Italiano radicado en Saltillo
Escribe Juan Villoro: Hace tiempo conocí en Saltillo a un restaurantero italiano al que le pregunté por sus motivos para cambiar de país. Me respondió mitad en serio, mitad en broma: “México es un país de oportunidades: en Italia necesitas muchos contactos para ser corrupto; aquí cualquiera puede serlo”.
El comentario era algo más que una broma cínica. La corrupción se ha afianzado en tal forma que, en ocasiones, quienes dicen combatirla se sirven de ella. Si vuelve a venir Villoro le van a hablar de lo mismo, la corrupción está impregnada en la atmósfera, en los genes de los ciudadanos.
Un amigo escritor nos dijo que, en días recientes, cada vez escucha más personas afirmar que no pagan a otros porque no les han pagado a ellos. Mi primer impulso fue decirle que es un síntoma de una crisis económica. Hoy lo pensé más a fondo y creo que puede ser un síntoma de corrupción: muchas veces se tiene la capacidad de pago, pero no la voluntad.
No se le paga el dinero al otro para ganarle más intereses o para despilfarrarlo en otras cosas, no les importa que el otro lo quiera para comer. Esta ciudad se ha convertido en el paraíso de los oportunistas, que años atrás diagnosticó con precisión el italiano.
Muchas personas con ambición desmedida buscan la ganancia fácil, el dinero rápido, el cobrar sin trabajar, o con un trabajo deshonesto. Villoro le respondió a Ilan: “La corrupción es el atajo elemental al éxito…. La mayoría de los involucrados ni siquiera sabe que hace algo ilícito”.
Ejemplos sobran, una mujer joven me comentaba que en algunos bares a los que asiste cobran de más a los clientes. Aprovechan que ya están alcoholizados. La ley dice que la venta de alcohol se debe cobrar “al copeo”, es decir, copa servida copa pagada. No he visto un bar que respete esta ley, ni autoridad que les exija la cumplan.
Una emprendedora vende servicios a las empresas, se queja cuando los empleados le piden soborno para comprarle a ella o a sus proveedores.
La palabra corrupción la asociaba con Gobierno. Ya no, la corrupción invade todas las esferas, la de lo público y lo privado. A final de cuenta son las personas las que corrompen los sistemas, la corrupción esta incrustada en las fibras de la sociedad.
Son las mismas personas que llevan las costumbres de sus hogares a la empresa, de la empresa a las instituciones públicas y viceversa. La corrupción nos sale cara: Se pierde la confianza entre los ciudadanos, se encarecen los productos, aleja las inversiones y los empleos, y termina en una crisis económica.
“El soborno alimenta más soborno hasta que el sistema se halla impregnado de corrupción; a corrupción genera más corrupción. La honradez alimenta a la honradez”.
Al respecto Ilan Stavans le platica una anécdota a Juan Villoro: “Hace más de dos décadas, cuando yo todavía vivía en el Distrito Federal, mi padre, que producía obras de teatro, estaba en arreglos con una organización para montar cierto espectáculo.
“Él siempre se ha ufanado de ser correcto. Pero su contraparte le pedía una mordida para que los arreglos siguieran adelante. La obra que aspiraba a montar era precisamente sobre la mancha moral que deja el soborno…. recuerdo que me dijo, con desconsuelo, que había tenido que pagar al funcionario para así poder criticar, en un foro público, el acto de pagarle a los funcionarios, en otras palabras, para hacer el bien en México hay primero que hacer el mal, y si el bien no se obtiene sino a través del mal, ¿sigue siendo el bien?
La pregunta de Ilan, se resuelve con esta máxima: “El fin debe ser tan justo como los medios”.
Si entras en el juego pierdes calidad moral para señalarlo y te conviertes en un engrane más de la corrupción democratizada: al alcance de cualquier mexicano que le quiera entrar.