México no crece; lo bueno es que tampoco el mundo

Usted está aquí

México no crece; lo bueno es que tampoco el mundo

El Productor Interno Bruto (PIB) decreció 8.5 por ciento en el año 2020, de acuerdo a información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Si bien el dato podría no hacer mucho sentido, si se pone en contexto lo que significa es que, si la economía de México producía 100, ahora sólo produce 91.5. Aunque es todavía una estimación oportuna porque el dato definitivo se publicará en marzo, sí queda claro que la variación será mínima y que el daño a la economía nacional ya es irrevocable.

Para recuperar el volumen de la actividad productiva perdida se necesitarán cuando menos 3 años y para algunos especialistas, hasta 5 años podría tardar en darse la recuperación. Ya no será cuestión de discutir si se cae mucho o poco, ya está el dato definitivo y no hay qué discutir. Sin embargo, los planteamientos necesarios para la recuperación económica tienen dos tendencias muy marcadas. La primera de ellas será la capacidad del gobierno federal, los estatales y municipales para trabajar a favor de conseguir las vacunas necesarias para la población, que cada día que pasa se encuentra más desesperada por el encierro y por la falta de oportunidades para generar o recuperar su ingreso dependiendo de cuál sea el caso. La segunda estará definida por lo que pase el próximo domingo 6 de junio. De mantener la mayoría en el Congreso, el Presidente de la República y su movimiento podrán continuar con su transformación, para bien o para mal, y habrá varios cambios importantes que muy pronto pondrán a México en una categoría por decir lo menos “heterodoxa”, económicamente hablando.

El censo de población y vivienda recientemente publicado indicaba que hay en México alrededor de 126 millones de habitantes. Mientras la población crece, en los dos años del actual gobierno no ha habido crecimiento económico, sino todo lo contrario, cada vez se produce menos y hay más personas para repartir lo que se tiene. Aunque se habla de corrupción, muy pocos han sido acusados de ese delito, tampoco la educación ha cambiado hacia una trayectoria de mayor “conocimiento”, pues en 10 años creció menos de un año la escolaridad promedio y durante los dos últimos no hubo progreso en ese sentido. Mucho gasto, mucho apoyo sindical del Presidente actual, pero no hubo cambios positivos sino retrocesos. En pocas palabras, se está haciendo lo mismo que antes, pero peor, y sólo hay transformación de nombre.

Los censos y la pandemia nos han enseñado que el mercado laboral cambiará radicalmente o más bien, ya cambió. Aproximadamente entre el 25 y el 30 por ciento de la población trabajadora ya lo hará permanentemente desde casa. Ya no regresarán a oficinas corporativas o de ninguna especie, pero las primeras ya están en peligro de extinción. Microsoft, la empresa mundial de software, anunció que cerraría sus oficinas corporativas en la Ciudad de México, dejando de rentar un inmueble para 300 personas, que ahora laborarán desde sus casas. La distribución de la población cambiará de manera importante porque ya no será necesario vivir en donde se trabaja. Los espacios dentro de los propios hogares sufrirán un rediseño importante porque ahora tendrá que haber áreas de trabajo y estudio, asunto relevante si se toma en cuenta que cuando menos queda un año y medio de encierro siendo muy optimistas, porque al ritmo que parece ir la vacunación, el encierro podría durar mínimo 6 años más.

El censo de población también dejó en claro que hay menos nacimientos y, por ende, menos hijos por pareja, sólo 2.1 en promedio. La tendencia poblacional es marcadamente a la baja y no se ve un proceso de recuperación. Menos nacimientos significa también una reducción del consumo interno en 20 años, y estos acompañados de sueldos que no han tenido una recuperación que ayude a compensar el ingreso real o el per cápita como en el caso de Europa. La buena noticia es que, al reducirse los nacimientos, en esta década y en la venidera, se podrán mejorar aspectos como la infraestructura para la salud, las pensiones, la infraestructura educativa y hasta la vivienda, reduciendo el hacinamiento característico de la familia mexicana de los años setenta, cuando había hasta ocho personas por vivienda. Ahora sólo hay cuatro o menos.

Los cambios demográficos harán de México un país diferente se quiera o no. Hoy la mayoría de los mexicanos tiene menos de 19 años de edad.  El bono demográfico seguirá cuando menos dos décadas más. Los cambios económicos son los que parecen no acompañar la nueva realidad mexicana. Aunque el salario mínimo aumentó, los pobres ahora son 10 millones más. Se insiste en transformar la economía por decreto, más que por políticas económicas orientadas a la mejora de la calidad de vida o a emparejarse con las necesidades poblacionales más básicas.

La pandemia le vino como “anillo al dedo” a muchos, se ha vuelto el pretexto ideal para justificar todo aquello que no funciona. Aunque los datos ahora sí, dejan en claro que la población cambió, que el mercado laboral cambió, que la edad de los mexicanos no es la misma, los gobiernos siguen enfocados en hacer lo mismo, aunque tengan en su slogan la palabra “transformación”.  El México del futuro sigue siendo el del presente, crecimiento mediocre, recesión, crecimiento mediocre nuevamente y muchas mentiras. De nada sirve un censo con tan buenos datos, cuando no se sabe ni para qué sirven.