México, ¿habrá segunda vuelta electoral?
A pesar de sus evidentes avances, la democracia en México es una tarea inacabada. Hoy se realizará la más grande jornada electoral en la historia del País, durante la cual se renovarán los Poderes Ejecutivo y Legislativo… y seguramente surgirán críticas sobre la validez de los resultados.
El asunto es especialmente delicado porque en años recientes la división de Poderes generó un problema de equilibrio que frecuentemente entorpece planes y proyectos vitales para el desarrollo nacional.
Este asunto del desequilibrio entre dos Cámaras Legislativas –la de Diputados y la de Senadores– y el poder unipersonal del Jefe del Ejecutivo federal es un tema resuelto en casi toda América Latina: cuando en una elección presidencial ningún candidato alcanza una mayoría clara, se realiza una nueva votación para definir al ganador.
Pero eso no ocurre en la República mexicana ni en cuatro naciones más de Latinoamérica –Honduras, Panamá, Paraguay y Venezuela–, donde no existe segunda vuelta electoral, observa Alberto Nájar, de BBC News.
Desde 1998 se ha intentado, sin éxito, establecer en México la segunda vuelta. En la Cámara de Diputados hay al menos 21 iniciativas para aplicar éste método electoral.
Pese a ello, hasta ahora prevalece el método de mayoría relativa para elegir al Presidente de la República, gobernadores, alcaldes, legisladores y la mayoría de los cargos públicos.
Es decir, gana quien obtiene el mayor número de votos, sin importar la cantidad de personas que participe en las elecciones.
Entonces, ¿por qué no ha sido posible establecer la segunda vuelta electoral en el país?
Una respuesta es el modelo político que imperó en México durante casi todo el siglo pasado, cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ganaba la mayoría de las elecciones.
“En tal escenario repetir las votaciones no pareció necesario: los triunfos de ese partido solían ser por amplio margen”, recuerda Nájar.
El entorno empezó a cambiar en los polémicos comicios de 1988, cuando “se cayó el sistema” y Carlos Salinas de Gortari fue elegido Presidente.
La transformación, sin embargo, fue más radical en 1997, cuando por primera vez el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados.
A partir de ese momento ninguno de los Presidentes del país logró un respaldo mayor a la tercera parte de los votantes registrados.
Además, ninguno de los principales partidos políticos obtuvo mayoría en el Congreso aunque el PRI, mediante alianzas con minorías, controló las votaciones legislativas que le interesaban.
Estos son algunos de los argumentos por los que se propone establecer la segunda vuelta electoral, y se fortaleció con los resultados de los comicios presidenciales de 2006.
Esa ocasión, el candidato declarado como vencedor, “haiga sido como haiga sido”, señaló Felipe Calderón, obtuvo una ventaja de 0.56% del electorado.
De hecho, Calderón es uno de los más activos promotores de la segunda ronda; en 2012, casi al final de su sexenio, envió una iniciativa para legalizarla en contiendas competidas.
La propuesta, como el resto de la veintena arriba señalada, permanece durmiendo el sueño de los justos en la congeladora legislativa.
Algunos especialistas coinciden en que la principal oposición a una segunda vuelta electoral viene justo del modelo partidista que impera en México.
El PAN y el PRD han incluido el tema en sus propuestas de reforma política, pero en el país no hay consenso para establecer una segunda vuelta en las elecciones, en parte porque las fuerzas políticas están “cómodas” con el actual sistema electoral.
“Los grandes partidos calculan que tienen posibilidades de ganar bajo la regla actual de mayoría relativa”, dice Mariano Sánchez Talanquer, investigador en la Academia de Harvard para el área de Estudios Internacionales.
“Para ninguno es completamente claro cuáles serían las implicaciones de una segunda vuelta”, añade.
Soledad Loaeza, investigadora de El Colegio de México, considera que el principal opositor a un nuevo mecanismo electoral es el PRI.
Entre las propuestas para establecer la segunda vuelta es que tras una primera elección se realice otra, donde sólo contiendan los dos candidatos con mayor votación.
Eso abre la puerta para formar bloques entre los partidos con menos votación para enfrentar al puntero.
Y según Loaeza es el argumento principal del partido en el gobierno para oponerse a fórmula de elecciones, pues desde 1997 está obligado a establecer alianzas para ganar elecciones.
Un refrán tiene otra forma de decir lo anterior y establecer que no conviene causar agitaciones, pues luego será difícil afrontar las consecuencias: “Sóplale a la lumbre, hermano; ya verás qué cenicero”.
Este domingo, por lo pronto, las elecciones en el país se llevan a cabo con las reglas que son bien conocidas, y el triunfo o la derrota en las urnas puede decidirse por un solo voto: el suyo, lector.
(Con información de BBC News)