México-EU: relaciones inciertas
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México-EU: relaciones inciertas
La relación entre México y Estados Unidos es más o menos inevitable: los más de 3 mil kilómetros de frontera entre ambas naciones obligan, necesariamente, a colaborar –en el mejor de los casos– o a tolerar –en el peor– la presencia de un vecino cuya existencia no es posible ignorar.
No se trata de si alguien, en cualquier lado de la frontera, quiere o no la relación. Se trata de una imposición geográfica cuya magnitud es imposible ignorar y que sólo la necedad, o la determinación de vivir de espaldas a la realidad, puede llevar a negar.
Donald Trump, el aún flamante presidente de los Estados Unidos, pareciera haber decidido vivir en esta última circunstancia y, a partir de ello, que puede unilateralmente imponer su visión del mundo a nuestro País.
El día de mañana, en primera instancia, los mandatarios de México y los Estados Unidos habrían de reunirse en Washington para conversar sobre la relación bilateral y las nuevas condiciones a las cuales ésta debería ajustarse a partir de los elementos que Trump desea introducir en la ecuación.
Como todos sabemos, la reunión se canceló y con ello las relaciones –diplomáticas y de todo tipo– entre México y Estados Unidos han entrado en una suerte de “estado indefinido” que sólo el tiempo se encargará de clarificar, es decir, de definir su significado.
Por lo pronto, parece claro que la realidad nos ha conducido a una ruta de colisión, de consecuencias imprevisibles, y que todos haremos bien en prepararnos para cualquier escenario en el futuro inmediato.
No es un destino que hayamos escogido nosotros; no es una realidad a la cual le hayamos abonado; no es un escenario que hayamos decidido construir. Pero más allá de eso, aquí es donde estamos y no podemos volverle la espalda a la realidad, sino hacerle frente con gallardía.
Por un lado, nos encontramos ante una realidad de confrontación con la única súper potencia planetaria; por el otro, resulta inaceptable el trato que el Presidente de esa potencia pretende dispensarnos. La única opción posible es la de plantarle cara a Donald Trump y disponernos a rechazar sus pretensiones.
En ese trayecto, sin duda vamos a sufrir consecuencias, porque la relación de mutua conveniencia que hemos recreado hasta ahora implica que ambas naciones sacan ventaja –cada quien a su modo– de los acuerdos que definen las reglas mediante las cuales se recrea el intercambio comercial, diplomático, cultural y de todo tipo entre nuestros países.
El secreto, ahora, es asumir que no existe más el componente “amistoso” de la relación. Que el Presidente de los Estados Unidos ha decidido, unilateralmente, colocarnos en la lista de “enemigos” y que nosotros debemos resistir el embate.
Las relaciones diplomáticas entre México y nuestro vecino del norte se han instalado en el territorio de la incertidumbre. Habrá que disponerse a vivir en dicho territorio hasta que la sensatez regrese.