México es grande, señor Donald

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México es grande, señor Donald

La verdad, la verdad, jamás imaginamos que las cosas llegaran a este extremo. Ni aun el día que ganó a elección, ni cuando en la transición gubernamental empezó a anunciar sus planes para cuando llegara a la Casa Blanca, lo cierto, es que como alguna vez vaticinó Agustín Carstens, mandamás del Banco de México, Donald Trump, y su gobierno están resultando una película de terror. En color, y en blanco y negro.

Y así como sucede en las modernas y equipadas salas de cine de nuestro tiempo, en que la gente grita al unísono, cuando surge alguna escena de espanto, magnificada por los efectos especiales, en el caso de Trump está pasando algo muy parecido, pero diferente porque lo que está logrando es algo dificilísimo, que solamente reviviendo a Juárez, a Don Benito, por supuesto, podría estar sucediendo: unir a los mexicanos.

Ahora las banderas nacionales están por todas partes, como lo que son y siempre han sido, un símbolo patrio. Pero no solo eso, ahora hay un ánimo, un coraje, una actitud, para enfrentar las ocurrencias y obsesiones de un presidente norteamericano que ni con la boca cerrada, o el tweeter apagado deja de agredirnos como país. 

Es muy posible que en el caso de la cancelación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte si se salga con la suya, porque tiene las facultades para hacerlo, es decir para cancelarlo sacando a los Estados Unidos de él, lo que automáticamente significaría el fin del acuerdo.

Eso nos va a doler mucho, y nos va a afectar mucho en nuestra economía. A ellos también les va a afectar, pero menos que a nosotros. Lo del muro es un capricho muy caro, que pudiera convertirse en una hablada muy costosa, porque más de diez mil millones de dólares que tendrían que pagar para hacerlo, no los tiene disponibles la administración norteamericana, y significarían muchos recortes en otras áreas que lastimarían a sectores muy combativos de la sociedad de los vecinos. No la tiene nada fácil para hacer el muro.

El tema de las deportaciones masivas podría convertirse también en un escándalo mundial por el atentado a los derechos humanos y la dignidad de muchas personas, bebés y menores de edad incluidos, que desde ahora viven en la incertidumbre y el temor. 

Hay mucho de irracional, de falta de sentido de común, y de ausencia de inteligencia en lo que el nuevo Presidente de Estados Unidos anuncia hacer. Es evidente que no es un hombre de Estado, ni un líder sensato, mucho menos un gobernante competente y conciliador. Es más bien un ricachón naco y peleonero. Arrogante e ignorante.

La realidad mundial terminará por ubicarlo. Los propios intereses económicos y políticos de su país se convertirán en sus mayores enemigos, ya no digamos contrapesos. Lo van a combatir desde adentro. A parte China y Rusia jugarán su juego, y lo exhibirán como lo que es: un improvisado en la política y la economía global.

Sin embargo, a nosotros sus vecinos, y aun socios, si nos va a pegar fuerte su espíritu destructivo. Él no sabe que el comercio de hoy es la suma de una cadena productiva que empieza en un rancho del noreste de México donde crece la sábila, o algún otro vegetal, por citar un ejemplo, y continua en un laboratorio de cosméticos en California o en Nueva York, beneficiando a personas de dos países que empiezan y terminan un mismo proceso de transformación por más amplio y largo que sea.

Trump no sabe que hemos sido buenos vecinos, y buenos socios en las últimas décadas, pero que en las entrañas del pueblo de México viven genes históricos que pueden despertar con la menor provocación y convertirse en un dolor de cabeza que se termine convirtiendo en un padecimiento permanente y creciente.

Trump no sabe que la creatividad y la combatividad de los mexicanos le permitió a nuestro país librarse, en el Siglo XIX y a principios del XX, de intentos invasores de potencias, entre ellas la de las barras y las estrellas. 

Vienen semanas y meses de incertidumbre, pero de una cosa podemos estar seguros: no nos vamos a dejar. México seguirá de pie, y viendo de frente hacia el norte.

P.D. Se cumplen en estos días cinco años de publicación catorcenal de esta columna. Muchas gracias a la generosidad de Vanguardia por este espacio. Muchas gracias a los lectores por su atención y aguante. Muchas gracias, Diana. Muchas gracias, Armando.