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México de colores

Hace apenas dos semanas, en este espacio, señalaba cómo nuestro papel como mujeres y como madres se ha transformado. Ahora tenemos mayor presencia y contribución en todas las esferas de la vida social, política y económica de México y del mundo.

Las mujeres no somos el único sector que ha registrado cambios importantes. Paralelo a nuestra lucha, y a veces juntos, ha avanzado el sector LGBTTTI, el cual ha alcanzado reconocimiento tras años de incansables batallas; aunque, con pesar, me anticipo a decir que aún queda un largo camino por recorrer.

El 17 de mayo pasado se conmemoró el Día Internacional Contra la Homofobia y Transfobia. Y lo tenemos que celebrar porque cada paso que damos a favor de los Derechos Humanos, es un impulso para quienes hemos luchado y para los que han muerto por defender sus derechos y libertades.

La Ciudad de México fue la primera en todo el país en aprobar, en 2006, la Ley de Sociedades de Convivencia, y en 2009 desde la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), modificamos el Código Civil, para redefinir al matrimonio como la unión entre dos personas, sin importar su género.

Como presidenta de la Mesa Directiva de la ALDF, junto con mis compañeros del PRD, defendimos no sólo una causa impopular sino llena de ataques y descalificaciones continuas, logrando un cambio histórico para la Ciudad y el país. Muestra de ello es que, a partir de esta modificación, un año después se replicó en Quintana Roo; en 2012, la SCJN, resolvió tres amparos que impugnaban el Código Civil de Oaxaca, el cual establece que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer, al igual que en Puebla, Nuevo León, Guanajuato y el Estado de México.

El paso siguiente es incluir en la Constitución el matrimonio igualitario, iniciativa que el jefe del Ejecutivo propuso esta semana para que todos tengamos el mismo derecho.

Es anticonstitucional que el matrimonio se limite a un hombre y una mujer. Como señaló el ministro de la SCJN Arturo Zaldívar, en nuestro país “no se puede pensar en un modelo de familia único heterosexual, pues todos los modelos merecen reconocimiento, y la Constitución y el Derecho tienen que irse adaptando a esta realidad”.

La estructura familiar de nuestro país ha cambiado y actualmente se han sumado poco más de 172 mil familias que están conformadas por parejas del mismo sexo, quienes tienen hijos, de acuerdo con el Inegi. No debemos dar ni un paso atrás en la defensa de la igualdad y el reconocimiento de los Derechos Humanos, no sólo en la Ciudad de México, sino en todo el país.

Es urgente pensar en un cambio de fondo, un cambio cultural que deje a un lado el prejuicio infundado de que quienes integran la comunidad LGBTTTI tienen menores aptitudes para ejercer la paternidad.

Transformar nuestra forma de pensar no es ni será tarea fácil. Precisamente por ello en un principio comenté que queda un largo camino por recorrer en materia de igualdad y equidad. Sin embargo, nuestra mayor esperanza y la única herramienta efectiva que tenemos para lograr verdaderos cambios de fondo es la educación.

Es urgente que comencemos desde nuestros propios hogares a inculcar en nuestros hijos valores como el respeto a la diversidad y la pluralidad. Es urgente que en nuestras escuelas estemos informados y preparados para brindar una educación incluyente, libre de prejuicios y libre de violencia. La discriminación, la descalificación y la exclusión solo nos llevarán al retroceso, al odio y al resentimiento.

Como madre de familia, quiero darle a mi hija una ciudad y un país en donde todos podamos elegir a quién amar, sin ser señalados, violentados ni criticados. Sobre todo, una ciudad en donde se respete el mayor derecho que podemos tener: vivir en plenitud y en paz.

Secretaria de Educación de la Ciudad de México

Twitter: @Ale_BarralesM

www.alejandrabarrales.org.mx