Merton y Cardenal

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Merton y Cardenal

Thomas Merton y Ernesto Cardenal representan, a mi entender y cada uno a su manera, el pensamiento y el compromiso católicos de avanzada en nuestra América.

Estadounidense el primero y nicaragüense el segundo. Ambos dejaron huella de su paso por ese atribulado mundo.

Baso mis apuntes en la página oficial de internet, levantada en nombre de Merton, merton.org. Por lo que hace a Ernesto Cardenal acudo a la abundante información que circula en redes, pero para efectos prácticos tomé como fuente la Enciclopedia Británica.

Al pasar por un proceso post COVID complicado, más psicológico que físico, me ha permitido sumergirme en el mundo académico, libresco, alejado del tráfago y los afanes cotidianos. He podido aventurarme en el aprendizaje del derecho anglosajón, el casuístico Common Law, que tan enorme distancia guarda de las normas abstractas y generales que derivan del Derecho Romano.

En este contexto, mi mejor pasatiempo o distracción ha sido un libro que adquirí hace tiempo como recomendación de otras lecturas en revistas y libros muy diversos. El libro lleva por título “Del Monasterio al Mundo, correspondencia entre Ernesto Cardenal y Thomas Merton (1959-1968)”. Me tomo la libertad de comentarlo.

“Thomas Merton (1915-1968) es, posiblemente, el autor estadounidense de formación católica más influyente del siglo XX. Su autobiografía, titulada “The Seven Storey Mountain”, ha vendido más de un millón de copias y ha sido traducida a más de quince idiomas. Merton es autor de más de sesenta libros y de cientos de poemas y artículos sobre temas que van desde la espiritualidad monástica hasta los derechos civiles, la no violencia y la carrera armamentista y nuclear”. Su autobiografía es, sin duda, una de las mejores lecturas en mi haber.

Merton vivió veintisiete años de su vida en Getsemaní, abadía de los monjes trapenses en el estado de Kentucky. Su estancia ahí le generó “cambios profundos en su autocomprensión. La raza y la paz le llamaron como los dos temas que más urgente solución reclamaban en su tiempo. Merton fue un firme partidario del movimiento no violento por los derechos civiles. Por su activismo social, Merton tuvo que soportar severas críticas, tanto de católicos como de no católicos, que atacaron sus escritos “políticos” como impropios de un monje”.

“Durante sus últimos años de vida, se interesó profundamente en las religiones asiáticas, particularmente el budismo zen, y en promover el diálogo Este-Oeste. Después de varias reuniones con Merton durante el viaje del monje estadounidense al Lejano Oriente en 1968, el Dalai Lama lo elogió por tener una comprensión más profunda del budismo que cualquier otro cristiano que hubiera conocido”.

Por lo que hace al nicaragüense “Ernesto Cardenal fue un poeta revolucionario, sacerdote católico, considerado el segundo poeta nicaragüense más importante, después de Rubén Darío. Se educó primero en escuelas jesuitas en Nicaragua, luego en México y en la Universidad de Columbia. Habiendo sufrido una conversión religiosa, ingresó en 1957 al monasterio trapense en Getsemaní, posteriormente se trasladó al monasterio benedictino de Cuernavaca y, después de estudiar teología en un seminario en La Ceja, Colombia, fue ordenado sacerdote en 1965 en Nicaragua”.

Merton y Cardenal se conocieron en la Abadía de Getsemaní. Los unió la poesía y el profundo compromiso social que entraña el mandato evangélico. Ambos fueron poetas, progresistas; ambos contaron con un profundo sustento religioso, ambos vivieron a fondo posturas de vanguardia, merced al avance del pensamiento del tiempo que les tocó vivir, provocando severas críticas del ala conservadora, de la Iglesia a la que pertenecieron y sirvieron.

Ernesto Cardenal se unió a la lucha revolucionaria sandinista en Nicaragua, a su triunfo se sumó como ministro de Cultura del gobierno sandinista. Desde esa responsabilidad recibió la reprimenda pública de Juan Pablo II, a la que respondió con enorme prudencia. Se vivían las postrimerías de la Guerra Fría. El orbe soviético se desmoronaba y el neoliberalismo occidental se erguía como el único futuro posible.

Las llamadas democracias de Occidente, afanadas en enfrentar el estatismo totalitario y burocrático del orbe soviético, no veían la viga en su propio ojo: atrocidades del autoritarismo de derecha en América Latina y en otras latitudes.

Mucho hubiera servido a los católicos conservadores leer la carta del 4 de marzo de 1962; en ella, Ernesto Cardenal se refiere a Pedro Joaquín Chamorro, opositor a la dictadura somozista, como “un Fidel Castro cristiano. Cardenal decía que Chamorro encarnaba lo que Fidel Castro pudo haber sido para Cuba (marcando clara distancia)”.

Cardenal acabó castigado por Juan Pablo II, no podía ejercer su sacerdocio. Se distanció de Ortega porque éste se distanció de los ideales de Cardenal, sucumbiendo a la ambición del poder por el poder. El recién nacido dictador nunca perdonó su disidencia, al grado que, en el funeral del poeta nicaragüense, las hordas de Ortega irrumpieron para intimidar a los asistentes.

El tiempo pone todo en su lugar. Merton y Cardenal, que fueran vapuleados por grupos de poder conservadores y elitistas, son reconocidos y reivindicados por el Papa Francisco.

Merton como uno de los cuatro estadounidenses ejemplares, con Abraham Lincoln, Martin Luther King y Dorothy Day, fue mencionado por Francisco en su mensaje al Congreso Estadounidense. Cardenal, ya muy enfermo, recuperó sus derechos como sacerdote católico. La foto de su celebración eucarística desde su cama de hospital, poco antes de fallecer, hará historia. Más allá del bote pronto, la Historia absuelve a quienes son fieles a la justicia.