Merecida victoria para el sector privado
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Merecida victoria para el sector privado
Aún y cuando reste el trámite legislativo canadiense para la ratificación formal del T-MEC, es casi un hecho que será cosa de meses para que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como se le conoce en español, o el NAFTA por sus siglas en inglés (North American Free Trade Agreement) quede en los archivos de la historia.
Imposible imaginarse este nuevo acuerdo sin el empuje constante y la tenacidad puesta por parte del sector empresarial que acompañaron en todo momento la renegociación. Ciertamente hubo otros actores cruciales en el sector público que fueron artífices de este nuevo acuerdo. Mucho se les ha mencionado a ellos en estos días y desde luego merecen ese reconocimiento, pero el papel jugado por la cúpula empresarial se cuece aparte.
Fue principalmente bajo la batuta del Consejo Coordinador Empresarial, que el sector privado se sumó a las negociaciones. Primero, bajo el mandato de Enrique Peña Nieto y de la mano de Ildefonso Guajardo en la Secretaría de Economía, participaron en el Cuarto de Junto para las negociaciones de los puntos finos del acuerdo, mientras que a la par cabildeaban con sus contrapartes estadounidenses y legisladores norteamericanos.
A pesar del cambio de administración y con ello de visión económica, los empresarios supieron coordinarse rápidamente con los negociadores del actual gobierno, encabezados por Jesús Seade en la parte comercial y Marcelo Ebrard en el aspecto diplomático. Ello a pesar de algunos momentos de tensión en los cuales los dueños del capital se mostraron a disgusto por no sentirse tomados en cuenta en algunos puntos.
El futuro T-MEC abonará en brindar certidumbre a buena parte de los inversionistas nacionales y extranjeros, dándole continuidad al papel estratégico de nuestro país como plataforma para el mercado más grande del mundo. En un entorno de políticas proteccionistas a nivel mundial, impulsado por el mismo presidente de los Estados Unidos, consolidar nuestro rol como su principal socio comercial al amparo del T-MEC, nos coloca en una posición envidiable.
Ciertamente -y eso es preciso subrayarlo- el TLCAN es por mucho, mejor que el T-MEC. Pero dadas las amenazas de Trump de retirar a Estados Unidos del tratado, el T-MEC – con todo y sus aspectos proteccionistas en materias de reglas de origen y salarios - es mucho mejor a no tener nada.
Disfrutemos del TLCAN el tiempo que le queda la vida. Reconozcamos el tesón, compromiso y gallardía del sector privado al nunca bajar los brazos y señalar claramente sus diferencias en los momentos en que había que hacerlo.
Mientras que en todo esto proceso de renegociación el común denominador en Estados Unidos era la obsesión proteccionista de Trump, del lado mexicano siempre lo fue el aplomo y el acompañamiento por parte de la cúpula empresarial a los negociadores del Gobierno.