Mentir como estrategia (3)

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Mentir como estrategia (3)

He señalado en este espacio, en dos entregas previas, la relevancia de separar claramente –de distinguir, sería quizá un mejor término– entre quienes difunden información falsa de manera “inocente”, es decir, creyendo ingenuamente en la veracidad de aquello a lo cual han dado difusión, y quienes lo hacen de forma intencional.

Y hacer tal es importante porque no es lo mismo “creer” honestamente el haber visto un ovni –y dar testimonio de ello, aunque luego se demuestre cómo sólo se trataba de un globo, o de una ilusión óptica–, a fabricar un video y difundirlo señalando tal producción como la “prueba” de la existencia de vida extraterrestre.

Trasladado esto a la discusión postelectoral coahuilense, no es lo mismo –y no importa lo mismo– creer de buena fe en la existencia de una “perversa maquinación” para alterar los votos de los ciudadanos, a fabricar abiertamente una realidad paralela y vendérsela a quienes –con razón o sin ella– tienen propensión a dudar y desconfían de las instituciones públicas.

En el primer caso nos encontramos frente a un individuo ingenuo, ante un crédulo a quien sólo le basta la voz de su candidato favorito, de su vecino, de su compadre o del medio de comunicación o “periodista de investigación” a quien acostumbra leer, para dar por buena cualquier teoría, suscribirse a ella y convertirse en automático en un difusor de la misma.

A estas personas debe tratárseles con benevolencia y no culparles de nada. Son sólo víctimas de la perversión, tontos útiles de cuya ignorancia, ingenuidad y falta de herramientas intelectuales para averiguar la verdad se aprovechan quienes se dedican “profesionalmente” a mentir.

Al respecto he señalado ya, en colaboración anterior, un hecho puntual: no puede considerarse como parte de este grupo a dirigentes partidistas, candidatos, opinadores profesionales, académicos (así sean sólo pretendidos académicos), y, en general, a los profesionales de la comunicación.

La razón para ello es muy simple: quienes forman parte de los colectivos arriba mencionados tienen la formación y/o cuentan con los recursos necesarios para averiguar la verdad y también conocen cómo se construye la verdad: a partir de hechos concretos, verificables y demostrables, no de suposiciones, prejuicios y lugares comunes.

Hay, por supuesto, entre quienes se asumen como “conocedores” de la vida pública, múltiples ejemplos de individuos cuyo argumento predilecto, frente a cualquier evento ajeno a sus intereses, es la elaboración de una más o menos imaginativa teoría conspirativa, según la cual alguna “fuerza oscura e invisible” manipula los hechos… y la gracia de esto siempre es la misma: los oscuros conspiradores no dejan huella y eso vuelve imposible demostrar su existencia y participación en la trama.

¡Pero de algo no hay duda!: ésa es la única explicación posible.

Bueno: pero vivir de pergueñar teorías conspirativas no convierte a los falsarios en ingenuos. Tan sólo les cuelga, adicionalmente, las etiquetas de hipócritas y manipuladores.

Digámoslo claro pues: la mitología del fraude electoral en Coahuila sólo es producto de un pequeño grupo de individuos cuya actividad ha estado orientada, desde el mismo 4 de junio, a crear la atmósfera necesaria para lanzar sus acusaciones y convertirlas en discurso colectivo. El resto de las personas… pues sólo han repetido de buena fe las mentiras.

Reitero aquí otro señalamiento realizado en colaboración anterior: Guillermo Anaya, el principal impulsor de la fantasía del fraude electoral no es un ingenuo, sino un individuo cuya estrategia ha sido muy clara desde el primer momento: mentir a sabiendas.

Al respecto, me llamó la atención un video, publicado por el excandidato a la gubernatura en su página de Facebook el día 18 de julio, a las 2 de la tarde con 48 minutos. La fecha y la hora de publicación son relevantes, porque para entonces habían transcurrido casi 24 horas desde el momento en el cual se había votado, en el Consejo General del INE, el dictamen sobre los gastos de campaña de la elección de Gobernador en Coahuila.

Exactamente al minuto de iniciar la transmisión, Guillermo Anaya dice: “…a nivel nacional, en el INE, no quedó de otra forma más que declarar que Riquelme rebasó los topes de campaña. Nosotros no los rebasamos…”.

Desde la primera ocasión en la cual el INE difundió información sobre la fiscalización de los gastos de campaña ha sido perfectamente claro: tanto Miguel Riquelme como Guillermo Anaya excedieron el límite permitido de gastos. Las cifras del rebase han sido ajustadas en diferentes ocasiones pero no ha existido una sola ocasión en la cual el INE haya “exonerado” a Guillermo Anaya de haber incurrido en la falta. De hecho, los partidos por los cuales se postuló enfrentan multas por casi 29 millones de pesos, entre otras cosas, por rebasar los topes de gastos.

¿Es esto casual? No, desde mi punto de vista. Se trata sólo de un episodio más de la reedición, a la coahuilense, de la mitología del fraude de 2006 capitalizada hasta hoy por López Obrador.
Seguiremos en el tema.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx