Memorial COVID-19 | Ernesto Salamanca : Un papá que enseñó a disfrutar la vida y a luchar por los sueños

Nos dijiste que si la muerte te encontraba, te ibas en paz porque viviste todo lo que quisiste
Ilustración: Federico Jordán

Ernesto Salamanca  (14 septiembre 1957 – 1 septiembre 2020) de ti aprendí el bello arte de la conversación, de disfrutar el canto de las aves, de apreciar y agradecer estar vivos un día más. Aprendí a trepar árboles, volar una cometa, tener empatía por mis semejantes. Aprendí las labores altruistas, el dar sin recibir nada a cambio y de corazón.

Me enseñaste a trabajar, a luchar por mis sueños, a disfrutar la belleza de la compañía de la familia, de las amistades, a ver la bondad que hay en la gente, a ser positiva y siempre dar una palabra de aliento a las personas.

A lo largo de tu vida sembraste en mucha gente la semilla de la amistad y que hoy cosechas con las muestras de cariño hacia tu persona. Sé que tu esencia perdurará en mí, en mi corazón y en el corazón de todos los que te queremos, de los que te amamos.

A lo largo de tu vida sembraste en mucha gente la semilla de la amistad y que hoy cosechas con las muestras de cariño hacia tu persona”.
Melissa Salamanca.

Si te quiero buscar, te encontraré en la sonrisa de mis hijos, te encontraré en las pláticas de tus amigos, te encontraré en tu libro favorito, “El vendedor más grande del mundo”, te encontraré en la melodía de Alan Parsons Project, te encontraré en los partidos de las Chivas, de los Steelers, de los Chicago Bulls.

De ti aprendí la amabilidad, la constancia, la lealtad, pero sobre todo me enseñaste a nunca perder mi esencia, a nunca dejar de ser quien soy a pesar de las adversidades de la vida y que después de caer, se puede renacer de las cenizas como el ave fénix y hacer de mí una versión mejor.

De ti aprendí la pasión del rock, siempre me diste la libertad para escoger mis caminos y que aunque algunas veces me di topes, tú siempre estuviste ahí para regresarme al camino.

Voy a extrañar conversar contigo, papá, escuchar tu voz, oler tu fragancia, recibir todos los días tus mensajes matutinos, tus besos. Voy a extrañar que me digas: “mi reina, ánimo, disfruta el día que Dios nos regaló”.

De ti aprendí que el aprendizaje que tenemos de las cosas no es para quedárnoslo, sino para compartirlo con los demás.

Si te quiero buscar, te encontraré en la sonrisa de mis hijos, te encontraré en las pláticas de tus amigos, te encontraré en tu libro favorito”.
Melissa Salamanca, hija

Me enseñaste que Dios no está en la iglesia, sino en todas partes.

Tu viaje en esta tierra ha concluido, pero tu viaje a la eternidad ha comenzado. Tú nos dijiste que si la muerte te encontraba, te ibas en paz porque viviste e hiciste todo lo que quisiste, y me consta que disfrutaste tu vida a tope, viviste todos los días como si fuera el último.

Tu partida nos duele en lo profundo de nuestro corazón, pero tengo la certeza de que algún día nos volveremos a ver en otro lugar, y de nuevo disfrutaremos de tus chascarrillos y de tu buen humor.

Eras un tipazo, papá, un estuche de monerías, y mientras te recordemos, nunca morirás.

Te amo, papá.

Se despide de ti: Melissa Salamanca, tu hija.​