Memoria de teflón

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Memoria de teflón

La memoria colectiva reciente también está resultando de teflón, aún la misma memoria familiar

El teflón es un polímero cuyas moléculas componentes le permiten tener la propiedad de ser un material antiadherente. Quienes cocinan saben que al utilizar sartenes con interiores revestidos de teflón evitan que “se peguen” los ingredientes y además se facilite su limpieza después de preparar alimentos.

Resulta un lugar común que alguien que olvidó información que escuchó recientemente diga que tiene “memoria de teflón”. La memoria colectiva reciente también está resultando de teflón, aún la misma memoria familiar porque resulta extraordinario que una persona del común denominador conozca los apellidos maternos de sus abuelos, o conozca datos de sus bisabuelos, tatarabuelos y choznos. No existe interés por las raíces familiares.

Cada vez mantenemos en nuestra memoria durante un menor plazo lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero la memoria de corto de corto plazo no se presentó cuando luego de la gran depresión económica de 1929 familias de los cinco continentes resultaron afectadas por el desempleo y muchos estadounidenses recordaron permanentemente las carencias que sufrieron; más aún las familias judías en los tiempos posteriores al holocausto que propició el nazismo padecieron problemas de índole psicológico ante el exterminio de 6 millones de los suyos. ¿Cómo olvidar algo tan monstruoso?

En nuestro país hubo miles de personas que padecieron los embates de la Revolución Mexicana y experimentaron las secuelas de las pérdidas de vidas cercanas en una cruenta guerra civil en la que en una misma familia había integrantes en dos ejércitos distintos.
Pero ahora las comunidades humanas casi no tienen memoria. En México nos olvidamos de lo que ocurre a nuestro alrededor, aunque nos afecte y seguimos apoyando miopemente a mecenas de la nada y a líderes mesiánicos, sin aprender la lección.

Pero ante esta perspectiva de olvido colectivo hay situaciones magníficas y me referiré a una en concreto pidiendo anticipadas disculpas a los lectores porque es una situación personal. Desde el 2006 tuve el privilegio de ocupar responsabilidades directivas a nivel nacional en la Canacintra que es una cámara empresarial que concentra a PyMES.

En paralelo y gracias al contacto estrecho que he tenido los últimos nueve años con las iniciativas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), conocí en Nairobi, Kenya, la importancia de la economía verde como modelo de gestión económica centrada en disminuir los impactos ambientales y elevar la calidad de vida de las personas.

Apoyado en la información recibida a nivel global, desde 2010 lideré un movimiento para que surgiera el Sector Industrial de Economía Verde en Canancintra lo que no fue fácil y se logró en 2013 gracias al apoyo de industriales comprometidos con el medio ambiente. Fui el primer presidente de este sector y primer Vicepresidente Nacional de Desarrollo Sustentable y Responsabilidad Social Empresarial, vicepresidencia creada gracias a la altura de miras de Rodrigo Alpizar Vallejo, joven y apto presidente nacional saliente.

Ya para concluir la pasada gestión los integrantes de la Rama Industrial 51 “Servicios de Consultoría Ambiental” organizaron la instalación del Comité de Gestión por Competencias de Sustentabilidad, (iniciativa de la Secretaría de Educación), y la presentación del acuerdo para vincular a esta Cámara con LACFUCA (Clubes UNESCO para la responsabilidad social).

En esa reunión me hicieron presidente vitalicio del sector, figura que si bien no existe estatutariamente me honró porque tiene más valor lo que se practica desde la convicción, que lo que se suscribe. Esta situación representa una manera de ampliar la memoria porque va de la mano del reconocimiento. A mí también me gusta practicar la memoria de largo alcance y creo en el reconocimiento a los demás como eje rector de la conducta humana.

Los ciclos en la vida inician y culminan de manera natural. Pero algunos ciclos van más allá de su término real cuando el teflón no ejerce su olvido letal en la memoria.