Melita

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Melita

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
Ella ha mostrado que las apuestas de apoyo deben ligarse a lo importante, no a lo urgente

El nombre de Manuela no es usual, y menos en estos tiempos en que los matrimonios jóvenes mexicanos registran a sus hijos con nombres extranjeros.

En mi historia familiar existió una tía de mi padre que se llamó Manuela y que, por cierto, fue su madre de crianza. Ella era una matrona que vivía en San Antonio, Texas, antes San Antonio de Vejar.

La persona de la que haré comentarios tiene el nombre de Manuela y es originaria de Bustamante, N.L. Tiene estudios profesionales y de posgrado que la posicionan como una mujer que se atrevió a ingresar a la universidad a estudiar una carrera de ingeniería cuando pocas mujeres lo hacían, pero lo que distingue a Manuela Treviño Castillo no son sus grados académicos, sino el nivel en el que ama a su pueblo nativo.
Ella, junto con un grupo de hombres y mujeres con raíces en la comunidad, ha mostrado que a la hora de hacer algo por los demás es importante escudriñar en lo profundo las necesidades reales, que las apuestas de apoyo deben ligarse a lo importante, no a lo urgente.

Su entusiasmo contagia. La conocí en 2010 en un evento que se organizó dentro de las Grutas de Bustamante para obtener fondos para la creación del Museo de la Memoria Viva. El entonces alcalde Oscar García Castillo, quien ahora es un activo promotor cultural, me había hablado con respeto de Melita, como se le conoce a la dama que inspira este texto.

Melita, por su formación ingenieril, cuenta con un pensamiento estratégico, pero además sabe cómo sacar agua de las piedras y comprende que para poder obtener algo hay que dar, volver a dar y dar siempre, sin término.

Los liderazgos femeninos son poco comprendidos en Latinoamérica. El empoderamiento de la mujer está a la espera de un verdadero reconocimiento por ello el quinto Objetivo de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas es igualdad de género.
Afortunadamente, Melita tiene un esposo que la alienta y apoya. Luis Ortega no es bustamantense pero como si lo fuera. Lo encuentro cercano a ella en temas en los que hay que aportar dinero, tiempo y conocimientos.

Y allí vemos a Manuela Treviño junto a su equipo humano en los eventos navideños, en las cabalgatas, en las celebraciones religiosas, en los aniversarios del pueblo, organizando actividades para obtener fondos, y hasta cocinando, que por cierto lo hace muy bien. 

A las personas se les conoce por los detalles y ella es una experta en sutilezas que mueven lo denso. Se fija metas altas, las socializa y las logra. 

No hay duda, Melita ha sido autogestora de su desarrollo, es una mujer que se ha empoderado. Tiene una actitud positiva, ayuda a otras mujeres y, aunque a veces se agota por sus labores como esposa, madre y abuela, saca fuerzas y cumple con sus compromisos extra familiares que quizá sean en los que destina mayor tiempo.

No sé en qué momento Melita decidió ser generosa, pero hizo muy bien en tomar ese camino. Admiro su voluntad a toda prueba. Se le puede encontrar fácilmente vía telefónica o en su casa de la Calle General Mier donde te recibe como la buena anfitriona que es. 

Ojalá hubiera una Melita en cada una de las poblaciones rurales o periurbanas de México, porque personas así contienen saberes ancestrales y son defensoras de lo nuestro. 

Porque alguien como Melita sabe reconocer a los demás y resulta por ello verdaderamente entrañable para conversar y compartir sueños. No estamos solos cuando hay un fin común.