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A medio sexenio

Esta semana se cumplieron los primeros tres años de la administración del presidente Enrique Peña Nieto. 

Ha sido una primera mitad de sexenio que para muchos se ha dividido claramente en dos partes: la primera, relativamente exitosa, caracterizada por el aplauso local e internacional por logros como el Pacto por México, la aprobación de las reformas estructurales en el Congreso, la captura de “El Chapo” e incluso por el encarcelamiento de la lideresa sindical del magisterio, Elba Esther Gordillo; la segunda, bastante desastrosa, caracterizada por la sombra de la corrupción en las más altas esferas gubernamentales, la violación de los derechos humanos y las ejecuciones extrajudiciales en Tlatlaya, Tanhuato y Apatzingán, la fuga del “Chapo” y la incapacidad gubernamental para entender y reaccionar frente a la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. 

Estos dos periodos parecerían explicar el dramático cambio en los índices de aprobación del Presidente entre 2013 y 2015. Así, de acuerdo a la encuesta que realiza periódicamente esta casa editorial, la evaluación del Presidente pasó de una tasa de aprobación del 56% y una de reprobación del 29% en febrero de 2013 (es decir, un balance favorable de 27 puntos porcentuales) a una tasa de aprobación de sólo 35% y un rechazo de 57% (es decir, un balance negativo de 22 puntos porcentuales) para agosto de este año, el punto más bajo en la aprobación del desempeño del Presidente. 

Sin embargo, es posible que en realidad no haya habido esas dos etapas en la administración actual sino que más bien se trate de una sola etapa, más larga, pero quizá más profunda y estructural. De hecho, incluso durante el relativamente exitoso 2013 ya se mostraban los primeros síntomas del principal problema de este gobierno: su notoria incapacidad para administrar y gobernar. Durante ese año el Presidente y su equipo confundieron legislar con gobernar. Pensaron que bastaba la magia de las reformas para que el país creciera y se olvidaron de administrar el país. No en balde ese primer año la economía se desaceleró notablemente, ya que apenas crecimos al 1.4% después de haber crecido a poco más del 4% en promedio en los tres años previos. Los dos años siguientes no han sido mucho mejores. De hecho, el crecimiento promedio durante el primer trienio será inferior al 2%, tasa muy cercana al del crecimiento de la población lo que implica que el ingreso per cápita se habría estancado en estos tres años. 

En otros frentes la situación no ha sido muy diferente. La estrategia de seguridad no ha sido muy diferente a la del gobierno anterior. Se supuso que dejando de hablar de seguridad, los problemas se arreglarían o al menos tenderían a desaparecer. Evidentemente esto no ha sido así. Aunque las primeras cifras parecían alentadoras, en realidad eran simplemente el reflejo de una tendencia iniciada en el gobierno anterior. En realidad, la inseguridad y la violencia continúan rampantes en muchas partes del país. Por otro lado, la impunidad y la falta de capacidad de reacción del gobierno ante las evidentes violaciones de derechos humanos se han repetido una y otra vez, revelando así un problema muy profundo en el Estado mexicano y que ha dado lugar a varias recomendaciones de parte de organismos internacionales encargados de la protección de los derechos humanos. 

La fuga del “Chapo”, por otra parte, es un ejemplo más de la notoria inhabilidad de este gobierno. Considerada por el propio Peña Nieto como algo que sería “imperdonable”, resultó algo fácilmente olvidable y el encargado de velar por la permanencia del “Chapo” en prisión, el Secretario de Gobernación, sigue ocupando tranquilamente su silla, como si nada hubiera pasado. 

De igual manera, la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa y las acusaciones de posibles actos de corrupción y de conflictos de interés, primero paralizaron y luego dieron lugar a comportamientos erráticos de parte de las autoridades, las que en ambos casos trataron de dar “carpetazo” a dichos asuntos mediante investigaciones ampliamente cuestionadas. 

En suma, la relativa incapacidad de este gobierno para gobernar al país ha estado presente casi desde un principio. Por eso lo que uno observa en las encuestas de aprobación es una tendencia negativa constante y no un quiebre como el que esperaríamos observar si fuera cierta la idea de las dos etapas de este gobierno. Para la población, el desencanto con esta administración empezó casi desde un inicio. 

Twitter: @esquivelgerardo 
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