‘Me quiero ir a mi casa’: poca resiliencia

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‘Me quiero ir a mi casa’: poca resiliencia

Esta semana pasada al terminar una de mis clases de universidad observé a una de mis alumnas que estaba llorando. Al acercarme y preguntarle qué le pasabas y se le podía ayudar en algo rompió en llanto y me dijo: “Maestro, quiero dejar de estudiar y quiero regresar a mi casa”. Tardé varios minutos que se tranquilizara un poco porque no podía hablar de lo que le pasaba. Al preguntarle por qué había tomado esa decisión, me contestó: “Una de mis compañeras me dijo que comentaba mucho en clase y que ya no lo hiciera”. En mi interior reflexioné:

“¡Cómo vas abandonar tu carrera que te apasiona por un comentario de una compañera!”. Hablé con ella para decirle que en la vida hay una gran cantidad de adversidades y obstáculos que tenemos que vencer para lograr nuestras metas. Podemos enfrentarnos a problemas grandes o pequeños y no por ello debemos rendirnos. Esto es parte de la vida. Le comenté que hoy puede ser una compañera, mañana un maestro o tus mismos padres y nunca debes de bajar la guardia. 

Michael Jordan, considerado el basquetbolista más grande de todos los tiempos, dijo una vez: “he fallado más de 9 mil tiros a canasta durante mi carrera. He perdido más de 300 juegos. Más de 30 veces he tenido en mis manos la canasta del triunfo y he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida. Y esto es el por qué he tenido éxito”. La resiliencia es la base del éxito en la escuela, en el trabajo, en la familia y en la vida.

Pero, ¿qué es la resiliencia? La resiliencia es una propiedad física que tienen unos materiales que se deforman por presión y calor, pero al final regresan a su estado natural. Una liga es resiliente ya que la podemos estirar y al momento de soltarla regresa a su estado inicial. Este concepto se aplica a la psicología y conducta. Un niño resiliente significa que después de un fracaso o derrota tiene la capacidad de levantarse y seguir luchando. ¿Cuántos de nuestros hijos se rinden fácilmente ante una dificultad? Veo con mucha tristeza niños que al perder en un juego lo abandonan o al tener un pequeño tropiezo en un deporte piden a sus papás que los saquen porque ya les aburrió. 

¡Papás, mucho ojo! Si no dejamos que nuestros hijos caigan, jamás aprenderán a levantarse, como esta chica. Dejarán de perseguir sus sueños porque no son capaces de luchar, trabajar duro, ser persistentes y sin tolerancia a pequeñas frustraciones. En nuestro libro “Inteligencia de la Frustración: Hay que Traumarlos Tantito” exponemos la importancia de que nuestros niños y adolescentes vivan pequeñas carencias y fracasos en su vida y que aprendan a sobreponerse ellos solos. Si los sobreprotegemos, en vez de cuidarlos los hacemos más frágiles al mundo. Y termino con la siguiente lección de vida, sé que no es fácil para los padres pero es para el bien de nuestros hijos: “NO PREPAREMOS EL CAMINO DE NUESTROS HIJOS, SINO PREPAREMOS A NUESTROS HIJOS PARA EL CAMINO”.


@JesusAmayaGuerr 
jesus.amaya@udem.edu