‘¿Me ignora?… lo ignoro’

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‘¿Me ignora?… lo ignoro’

ESTIMADA ANA:

Últimamente ando demasiado reflexiva. A diario pienso en mi matrimonio, en las cosas que tengo y también en lo que me hace falta. 
Usted sabe que llega cierta edad en la que una se fija en más detalles, lo que antes quizá era algo sin importancia, luego se vuelve muy importante. Los primeros años de casados se la pasa uno atareada con el recién nacido, con la casa y los muebles y cosas de esas.
 Después como que le van cayendo a uno algunos “veintes”. Que si antes me decía “te quiero” y ahora no, que si antes era atento y caballeroso y ahora si bien me va, me da un beso en la mejilla. Comienza uno a recordar cuando a los pocos meses de casados cualquier lugar y hora eran ideales para estar juntos.
 Y es que así ha ido sucediendo en mi matrimonio, primero todo era color de rosa y luego como que ya se fue poniendo medio grisáceo y a veces de plano descolorido. Dicen que todos los hombres son iguales, que dejan de ser detallistas con sus mujeres y yo lo estoy comenzando a creer y no solo eso, sino que me estoy convenciendo, que es lo más grave.
 Pero también dicen que las mujeres se cansan, se aburren de solo ser tratadas como la cocinera, la doctora, la enfermera, la plomera y la lavandera y se les olvida tratarla como mujer, como su esposa.
 He caído en una rutina que jamás pensé llegar a caer. A diario es lo mismo, sin cambios: levantarse, hacer desayunos, mandar esposo al trabajo y niños a la escuela, limpiar la casa, hacer comida, recibir esposo y niños, merendar, hacer tarea, cenar y a dormir otra vez.
 Por las noches, ya en nuestra cama, él prefiere ver televisión y jugar en el celular antes que abrazarme o besarme o simplemente conversar. He terminado por hacer lo mismo, pues tengo mi orgullo y eso de sentirse ignorada no es agradable.
 Entonces, resulta que los dos hacemos exactamente lo mismo, nos ignoramos y parece no afectarnos. Como le decía al principio, la verdad es que más de una vez he pensado en una separación. Total, nuestros hijos ya están grandes, son adolescentes y lo más común entre ellos son los papás divorciados, pues entre sus amigos es algo que ocurre con frecuencia.
 Me siento tan tranquila, que estoy casi segura que si le propongo a mi esposo que nos separemos, él va a aceptar y a mi no me va a afectar en lo absoluto. Tan madura y segura me siento, que podría estar sin él desde este preciso momento sin una sola lágrima de por medio.
 No sé si está bien esto de ser tan fría y distante, pero créame que él fue el causante número uno de toda esta situación. Le dio demasiada importancia a otras cosas externas antes que a mi, que soy su esposa. He comprobado que vemos más nuestros celulares, tocamos más las computadoras que a nosotros mismos, se perdieron las caricias y los besos.
 ¿Es normal mi comportamiento y mi actitud? ¿No estos siendo demasiado frívola al finalmente expresar mis sentimientos?

Elia

 

ESTIMADA ELIA:

Expresar lo que sentimos es algo completamente normal, aunque no todas las personas lo hacen y por ello, terminan enfrascadas en un matrimonio sin sentido, soportando malos tratos y teniendo que aguantar lo que sea con tal de no separarse.
 Has sido valiente al reconocer que tu matrimonio no va bien, que sucedió lo que jamás imaginaste, caer en una rutina que solo produce aburrimiento. Y ya cuando se llega a este extremo, te comento que lo mejor definitivamente es que no solo pienses en la separación, sino que lo lleves a cabo, no es justo para ninguno de los dos estar sometidos a una relación que no tiene futuro.
 Y es que, como en cualquier relación, si uno de los dos comienza a poner “peros” es que algo no va bien y no tiene caso seguir perdiendo el tiempo y la oportunidad de ser felices y no necesariamente con alguien más, muchas veces la felicidad también está y se encuentra en la soledad. 

ANA