Mayra Santos-Febres: ‘Somos parte de la cultura occidental, pero podemos ampliarla’

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Mayra Santos-Febres: ‘Somos parte de la cultura occidental, pero podemos ampliarla’

Foto: Cortesía José Arturo Ballester Panelli.
En su libro ‘Antes que llegue la luz’ la escritora puertorriqueña hace una crónica a través de sus protagonistas, de las semanas en que la isla fue azotada por dos huracanes en 2017F

“Escritora, escriba, hay mucho que contar, por favor no se olvide de mí”, le dijeron algunos refugiados a Mayra Santos-Febres cuando acudió en misiones para ayudarlos tras sobrevivir a dos huracanes que azotaron Puerto Rico en septiembre del 2017.

Las historias que estas personas le contaron se sumaron a toda su experiencia en medio del desastre y de este cúmulo de información es que surgió su libro “Antes que llegue la luz” (Planeta, 2021), en el que hace una crónica sobre esas semanas que se vivieron en la isla y cuyas repercusiones aún sienten.

“Tenía un propósito férreo de escribir lo que pasó, ya que lo había sobrevivido y además mucha gente que me encontré […] me contaban cuentos y cuentos y yo decía ¿qué hago con estos cuentos? Iba tomando notas pero no sabía qué era hasta que me decidí a reunir esos cuentos, a crear un espacio plural para que se escuchen y así nace la novela”, comentó la escritora puertorriqueña en entrevista con VANGUARDIA.

Ella explicó que el libro “recogen esa realidad emocional que viví hasta a punto de salir la novela”, a diferencia de otros textos, versiones oficiales que se centraron más en los datos duros y otros aspectos de lo ocurrido.

Santos-Febres señaló que a pesar de que han pasado casi cuatro años de entonces lo que ocurrió aún se siente, pues aún hay mucho por reparar, física y socialmente.

“El pasado se estiró en estos espacios. Algo le pasó a la línea del tiempo normal, esa línea supuesta e imaginaria, porque sabemos que el tiempo no existe y si existe no es de manera lineal, pero una de las cosas que sí ocurre es que como hay tanta interferencia es como si el pasado fuera elíptico. Todavía vemos lugares agrietados, una cantidad de gente que se fue, vemos a la gente regresando para ofrecerse a un proceso de reconstrucción”, expresó.

“Es una novela que juega mucho con la realidad pero que definitivamente yo le echo mano a mi oficio como escritora para que cuaje la narración. Los detalles están ahí, las personas con sus nombres, los convierto en personaje. No me detengo en tantos detalles de las personas, de sus vidas, pero los uso para agrandar unos retratos sociales más inclusivos y lo mismo pasa con el personaje de la escritora Mayra Santos-Febres, siempre aparece en la novela, es una versión de mí, muy cercana a la realidad, pero también una realidad que sigue cambiando, porque si yo fuera a escribir esta novela ahora no podría, no sería capaz”, agregó.

Si bien el libro inició en aquel momento fue hasta el último año que pudo por fin concluir el proyecto para su publicación. En este sentido recalca que la distancia temporal no afectó de alguna manera el producto final, pues se está viviendo “un presente diferido por la pandemia”.

“Estamos en un cambio climático, se ha difundido mucho sobre ello, cómo las deforestaciones crean pandemias, cómo las globalizaciones acarrea los contagios, van a seguir azotando los tornados, los fuegos en California, los terremotos, eso está a la orden del día”, dijo, “hay una transición, ya veremos los que sobrevivamos, puedo incluirme en ese grupo selecto, que qué nos está tratando de decir algo nuestro mundo, nuestro planeta, que nos lleve a una relación social, política, literaria, de todo orden, que replantee estas relaciones con la vida”.

Por otro lado, este libro, así como la literatura de Santos-Febres, se plantea desde su identidad, sin pretensión alguna de replicar las recetas de la hegemonía y, como lo mencionó, con el objetivo de ampliar lo que es la cultura occidental; no solo una heredera de la Europa colonialista.

“Europa es un lugar mucho más complejo de lo que nosotros creemos. Cuando pensamos en lo eurocéntrico pensamos en Francia, en Alemania, Inglaterra, un poquito de España y Portugal y basta, todo lo que pudo haber ocurrido en Hungría, en Grecia, en otros países [..] y el proyecto  de la modernidad en América Latina y el Caribe ha pecado de ser colonialista, hemos tratado de parecernos al primer mundo como prueba de nuestra civilización, de nuestra capacidad de civilizarnos, y hemos echado y barrido debajo de la alfombra todo lo que nos recuerde que no somos primer mundo; los pensamientos femeninos, los pensamientos de los pueblos originarios, los pensamientos de los afrodescendientes”, comentó.

 “Yo vivía adolorida con que no lograba que miraran mis grandes y bellísimos edificios literarios, porque por más que yo trataba no se parecía a la novela tradicional. No me salía. Por más que trataba se me colaba la raza, se me colaba la manera de ver el mundo y todas mis novelas tienen eso. Pero ya no, llega un momento en que dices, si me quedo en el margen pues me quedo en el margen, pero soy honesta”, agregó, “quisiera que mis textos entren en diálogo con todos esos saberes que están saliendo […] Y estoy tratando de poner mi granito de arena en esa dirección, porque sí somos parte de la cultura occidental, eso es inescapable, pero podemos ampliarla y darnos cuenta de la riqueza de estas otras cosmovisiones que pueden convivir de una manera respetuosa y alimentarse para soñar un nuevo futuro”.

Por último señaló que en su libro es visible la diversidad cultural que existe en la isla, cómo personas de distintos orígenes y culturas conviven —en especial en los momentos donde se requiere ayuda humanitaria—.

“Eso aparece en la novela pero se centra en algo muy puntual y yo quise que fuera así para quitarme de encima el peso de lo universal. Tú sabes que cuando una escribe literatura se supone que una escoja lo trascendental, lo universal, que es un divorcio de lo particular, y en esta novela, yo me meto hacia dentro a buscar eso que nos une a todos que es celebrar la vida”, concluyó.