¿Mayorías apabullantes?

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¿Mayorías apabullantes?

Representar es tomar el lugar de. Es llevar su voz.

Se trata de defender intereses y preferencias de los representados. Se ofrece alguien o se le pide a alguien. El posible representante se da a conocer y es elegido por mayoría.

Para cumplir su función, el representante se encuentra ante un cuádruple desafío. Tiene que conocer lo que sientan y piensan, lo que defienden y lo que proponen sus representados. También tiene que ser fiel a su conciencia y proceder éticamente. Si está en un partido, siente el jaloneo del peso colectivo que el organismo quiere tener en la cámara. Y en más altura no ha de perder de vista el bien común nacional.

Se habla de mayorías y también de mayoriteos. En el parlamento democrático, después del suficiente debate, con oradores en pro y en contra, se llega a la votación. El representante tiene que representar a los que lo eligieron, respetar su propia conciencia y apoyar o no la óptica partidaria en cada asunto.

El mayoriteo se da cuando, ante una disyuntiva, lo único que importa viciosamente al diputado o al senador, es el peso de opinión de su partido. Se queda tambaleando su conciencia y se olvidan los representados. Es un tipo de acarreo mental despersonalIzante, condenable si se olvidan los representados que confiaron o contradice lo que, en conciencia ha de decidir.

Esto se da por el vicio de poner como más importante los intereses partidarios que lo demás. Sucede entonces también que cada partido quiera tener mayoría apabullante. El orden en la jerarquía de apreciación sería considerar: primero la voz de su conciencia, en seguida el bien común nacional, luego la conveniencia de sus representados, para ver si coincide todo eso o no con los intereses de su partido.

Que al revisar resultados, no se visualice cual fue el voto de cada partido sino el de cada sitio o entidad representada. Que lo más común sea que, tanto la votación favorable como la contraria, no se defina por votos homogéneos sino con una presencia abigarrada y múltiple de siglas y colores. Porque los que votaron lo hicieron por el bien común, en conciencia y representando: no siglas o colores sino a quienes los eligieron.

Así ningún partido tiene mayoría apabullante sino mayoría patriótica, consciente, leal y sensata, en ensaladas de decisiones -con muchos ingredientes- que dan el mejor sabor.

PERITAJES Y ARBITRAJES

Para unos y otros se requieren conocimientos, actitudes, aptitudes, habilidades y motivaciones. No valen mucho las simpatías o antipatías sino los talentos y la eficiencia. Porque los peritajes y los arbitrajes valen por los resultados y los aciertos.

Esas no son tareas que se realicen desde puestos por elección popular. Se requieren procesos de evaluación, de los que aspiren a estos servicios. Para tomar decisiones en el cuidado de salud colectiva, para señalar procedimientos en campos especializados, hay que comprobar la integral calidad técnica. Para arbitrar en los encuentros electorales tendrá que evaluarse si se tiene toda la preparación y disposición que garantice la imparcialidad y el respeto impecable a todos los derechos ciudadanos. Un árbitro nunca ha de ser juez y parte.

Además de su solvencia moral y su madurez ejecutiva ha de estar libre de influencias ajenas.

VACUNA NO ES MAGIA

Aquella señora adulta mayor se puso a bailar después de la primera vacuna. Ella creía que era un “ya” y no. Era un “todavía”. Tienen que pasar 21 días. Tiene que seguir el segundo piquete. Y tienen que seguir veintitantos días para empezar a tener protección por los anticuerpos ya en acción. No es acto mágico de cambio instantáneo la vacuna. Después de esos casi cincuenta días, ha de seguir el estilo de vida salpicado de precauciones sobre todo de distancias y desinfecciones...